Quienes tenéis mascotas sabéis el amor que se siente por ellas y cómo
acaban convirtiéndose en un miembro más de la familia.
Cuando se ponen enfermos multiplicamos los mimos y cuidados,
como si de un bebé se tratase pues no nos es posible preguntarles
qué les ocurre exactamente o si la medicación les hace sentir mejor.
Y, al igual que con los niños, notamos que no se encuentran bien porque
pierden las ganas de jugar, se muestran tristes y taciturnos.
Pichu, el gatito de mi hermana, ha estado pachucho y nos ha
tenido preocupados a todos.
Él, que es la alegría de la casa, que no para de saltar y
provocarnos para que juguemos, sólo tenía ganas de estar
en el ventanal con la mirada perdida.
Ahora se encuentra mejor y, entretanto, todos nos hemos volcado
con él para hacerle saber lo mucho que lo queremos.
El amor no entiende de diferencias,
ni razas, ni sexos, ni especies...