Esta práctica está basada más en un mito urbano y “la creencia de las abuelas”, de que el efecto espejo por el reflejo del animal en el agua es lo que lo ahuyenta, pero; lo que sí es cierto, es que la cantidad de perritos que vemos en las calles aumenta, sedientos y hambrientos; y qué tristeza da pensar que no pueden hablar para pedir agua o alimento, que solo optan por caminar y caminar kilómetros para encontrar un poco de ello.
Que horrible sería ponernos en su lugar y saber que caminamos tanto para encontrar el agua embotellada sin tener la capacidad de poder sacarla de ahí para beberla, ¿triste, verdad?
Es por eso que debemos empezar a pensar diferente y no ser tan insensibles con estos hermosos seres que no tienen la culpa de estar en la calle, toda responsabilidad cae sobre nosotros mismos, los encargados de cuidarlos y de brindarles un verdadero hogar somos nosotros, y no hemos sido capaz de hacerlo de la mejor manera.
Si de verdad queremos un cambio en el mundo debemos empezar a cambiar nuestros actos y éste debe ser uno de ellos. ¿No lo crees?
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