"Las personas tienen amor a los gatos evitan las relaciones de fuerza. Temen a los que levantan la voz, a los que se atreven a hacer escándalos. Sueñan con un mundo tranquilo. Quisieran ser lo que son sin que nadie les reproche nada.
Las personas tienen amor a los gatos son hábiles huyendo de los conflictos y se defienden mal cuando son agredidos. Prefieren callarse, a pesar de que, así, puedan parecer traidores. Tienen tendencia a replegarse sobre sí mismos, a la devoción. Son fieles a sueños de infancia que no osan revelar a nadie. No temen para nada el silencio. Y no tienen conflictos con el paso del tiempo.
Las personas que poseen amor a los gatos adoran la independencia que éstos tienen, porque les garantiza su propia libertad. No soportan los impedimentos ni para ellos mismos ni para los demás. Tienen el orgullo de querer ser elegidos cada día por aquellos a los que aman y que podrían partir libremente, con la puerta abierta, sin correa, sin negociación. No quieren obtener las cosas por la fuerza.
Priman ante todo al individuo y sus dones personales y están poco inclinados a la política. Las tendencias generales, las grandes corrientes, los movimientos de opinión, las muchedumbres... les dejan tan circunspectos como a su gato un plato de dudoso aspecto. Y si su convicción les lleva al compromiso, una parte de ellos queda siempre observando, lista para replegarse en su territorio íntimo e idealista, siempre en la franja, como sus compañeros, de un pacto entre la sociedad y la vuelta a una vida salvaje dentro de su imaginario".
Extracto del libro "Gatos de fortuna", de Anne Duperey.
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