Mi instagram
Ser de perro.
De eso no se nace, uno se hace.
Haber tenido de siempre perro en la familia puede crear grandes precedentes.
Una experiencia que genera millones de anécdotas que recordar de vez en cuando. Mucha nostalgia porque en cada recuerdo infantil siempre está presente ella o él. Abrir el apetito para continuar con la tradición una vez que creces y te haces con la independencia, tu pareja y futura familia. Crear un hogar significa que también quieres tener un perro.
Puede ser.
O también puede ser que, por el contrario, crezca el rechazo al compromiso de mantener el horario de los paseos, llueva o nieve. A no poder viajar siempre que uno quiera, o encontrar todo el tiempo pelos en tu ropa oscura.
La cuestión es que tengo motivos para opinar que el hábito no hace al monje, porque en nuestro caso la historia fue diferente.
indulgy
En casa nunca tuvimos... Al menos no uno propio, sólo ocasionalmente.
Perros de prestado que venían a pasar unos días por motivo de vacaciones de familiares. Comidas de primos con suerte que sí eran orgullosos dueños, e incluso un cachorrito abandonado en la puerta que ni de broma nos dejaron quedarnos. Le pusimos nombre, le desparasitamos y luego tuvimos que dejarle ir porque un perro era demasiada responsabilidad. El deseo de tres críos vencido por un razonamiento tan aplastante.
Hasta que, un poco más tarde, mi subconsciente no pudo más y una noche soñé.
Al día siguiente me desperté con una profunda vocación. Intenso deseo de ser dueña en cuanto pudiera, que no es lo mismo que querer un perro.
Y todo eso me rondaba por la cabeza cuando la semana pasada la foto de Excalibur inundaba las redes sociales. Se cuestionaba, se debatía. Movimientos en defensa de los intereses de los animales contra argumentos más o menos de peso.
Desde que abrí este blog he cuidado que su esencia fuera tratar el lado más positivo de las cosas. Feas ya tenemos para un rato por ahí fuera. Por eso no deseo enredarme en opinar, apoyar o unos u otros, ni hoy ni nunca.
Esto no va de ignorar los sucesos de la semana pasada, sino simplemente contaros LA REFLEXIÓN POSITIVA QUE YO SAQUÉ de todo aquello, después de que se removieran tantas cosas dentro en mí.
Mis palabras de hoy solo son para compartir con vosotros que lo que sucedió me hizo revalidar mi compromiso y ganas de ser dueña. De quererle, cuidarle, jugar con él, acariciarle, pasear por la playa en invierno, hablarle, decirle "bonito" y besarle.
Recordar que ser dueña de un perro me ha hecho mejor persona. Nosotros debemos a Sam más de lo que nosotros le damos a él.
Mi instagram
Nos ha hecho sentir y aprender cosas que de ninguna otra manera podríamos haber experimentado. Cosas que jamás pensaste que pudieran existir. Un amor y fidelidad incondicional incorruptible, porque resulta que tú siempre serás lo más importante para él. Da igual lo que hagas. Eso nunca cambiará.
Tener a Sam aquí, a mis pies, mientras aporreo las teclas del teclado me da más calor que un radiador a la máxima potencia. Y la ilusión que siento al girar la llave de casa y verlo aparecer tras la esquina del pasillo es aún más intensa que la que sentimos el día que llegó a casa. El recuerdo del cachorro adorable, de anuncio, irresistible, al que vence por mil puntos el perro adulto y super pesado en el que se ha convertido.
Mi instagram