Como animalico curioso que es, mi cobaya no para quieta ni un momento y es complicadísimo sacarle fotos más o menos decentes si no está comiendo. Hasta hace poco, aprovechar cuando dormía para ponerme a atacar con la cámara cual paparazzi no era una opción, porque únicamente se tumbaba en la intimidad de su cajita de cartón dentro de la jaula... pero la semana pasada las cosas cambiaron.
Hemos descubierto que a Kevin le gustan las cosas suaves, ya sean mantas, gorros o peluches. Le encanta revolcarse en ellas, dar mil vueltas y hasta tumbarse, y como no tiene un pelo de tonto ha decidido adueñarse de mi gorro más calentito para convertirlo en su cama. Yo se lo regalo encantada porque disfruto como una enana viéndolo dormitar cada día entre los pelos del gorrete y me alegro de que por fin haya encontrado un sitio donde sentirse plenamente cómodo estando fuera de la jaula.
Las fotografías de hoy están llenas de tranquilidad, ¡aviso que a lo mejor te entran ganas de bostezar!
A veces me gustaría cambiarme por él aunque fuera sólo un segundo para saber qué se siente estando dentro de un gorro tan calentito y blandito... ¡seguro que es comodísimo!
¡Un besico y que tengas una muy buena semana! Por aquí estamos de puente que casi casi es un acueducto, así que voy a aprovechar para adelantar trabajos de la universidad y, sobre todo, para descansar (que no es solo cosa de cobayas) ^^