Los humanos tenemos tendencia a humanizar todo y los perros, no están exentos de ello. Por una parte, nos ayuda a comprender que los perros tienen sentimientos y necesidades, nos permite empatizar y comprenderlos más fácilmente, contrarrestando las opiniones de los que consideran a los perros, meros seres inferiores, simples y carentes de sentimiento o pensamientos, o incluso objetos.
Sin embargo, también es importante comprender que el hecho de que los perros tengan necesidades y sentimientos no implica que sean los mismos que los nuestros.
A través de la educación, aprovechamos la natural tendencia del perro a vivir en sociedad para fijar aquellos comportamientos que nos interesan mediante refuerzos agradables para él y extinguir, mediante la falta de refuerzo, aquellos otros que, aunque pertenezcan a la naturaleza del perro, (saltar, lamer…) pueden llegar a ser desaconsejables para la convivencia con el ser humano.
Antes de nada, hay que decidir qué esperamos de nuestro perro. Es decir, vamos a enseñarle normas básicas de educación. Dónde eliminar, si puede o no subirse a la cama o al sofá, cómo recibir a las visitas….. Lo que le permitamos en esta etapa, debemos permitírselo siempre. No vale dejarlo subir a la cama cuando es cachorro y, luego de adulto, chillarle por lo mismo.
La segunda etapa está conformada por la obediencia que consiste en fijar y poner señal a determinadas situaciones como sienta, tumba, junto, suelta ………
Y debemos añadir que los perros son extremadamente listos. Nadie enseña a sentarse a un perro. Todos los perros saben sentarse de serie y tumbarse y muchas cosas más. Lo único que hacemos es fijar ese comportamiento a través de premios (refuerzos positivos normalmente de comida) y le asociamos una señal ya sea gestual o de voz, para que el perro sepa distinguirla y pueda repetirla a nuestra petición.
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