Sólo lo hace por la comida

Y es verdad… hay cantidad de perros que únicamente hacen lo que se les pide porque tienen un trozo de salchicha delante y saben que sentarse o quedarse tumbados tiene premio…

Cuando enseñamos a un perro con comida no pretendemos que éste sea nuestro final. La comida es únicamente un medio para conseguir la educación del perro. La comida es la motivación para captar atención, para ayudar a realizar un ejercicio (físicamente) concreto, o para reforzar una conducta determinada. La comida no es la tasa que hay que pagar cada vez que el perro responde a nuestras peticiones.

Pienso, salchichas, chuches o cualquier cosa que deleite el sentido del gusto (o del olfato…) de tu perro es sólo una de las múltiples posibilidades que tenemos para reforzar un comportamiento.

Sólo el hecho de cambiar la idea de reforzamiento por la palabra “premio”, creo que ya emborrona bastante el sentido de la educación mediante reforzadores.

Escuchar y responder: creando hábito

¿Por qué entrenamos con comida entonces? Como ya ponía más arriba, la comida suele ser muy deseada por los perros y por lo tanto aumenta su motivación. Son muchas las cosas que un perro puede llegar a hacer para conseguir aquello que quiere, y cuanta más motivación tenga, más rápidamente lo aprenderá.

Trabajando con comida enseñamos al perro a realizar el ejercicio o el comportamiento que queremos. Por hacerlo (u omitirlo), le entregamos la comida (así reforzamos lo que acaba de realizar. De esta manera comenzamos a enseñar al perro que estar atento a nosotros, es una genial idea, y que aprender y ejecutar unos ejercicios determinados después de una señal X, sabe fenomenal.

Conseguimos suficiente atención porque nuestras señales son importantes y le reportan beneficios, y así conseguimos darles el valor que para nuestro perro tiene esa comida que recibe cuando nosotros pedimos, y ellos dan. Es fascinante ver cómo las propias señales se van convirtiendo en el reforzador en sí mismo… pero con conocimiento, constancia y trabajo estructurado.

Soborno, no aprendizaje

Los perros no son bobos… si tienes la comida en una riñonera, su maravilloso olfato transmitirá al cerebro que va a haber buffet. Y aún así cuando alguien empieza a educar a su perro con comida, es muy habitual llevarla en la mano y, es más, ofrecerla efusivamente cada vez que el perro hace algo que no queremos que haga. ¡Madre mía…! Y creo que en buena parte es culpa de los entrenadores que no conseguimos transmitir la importancia que tiene el “timing” y el “criterio“, o sacar la comida en el momento adecuado según un comportamiento que queramos reforzar, y no al contrario.

De este modo vamos indicando al perro “siéntate para conseguir comida“, y un día decidimos que ya no queremos darle de comer, volvemos a pedirle “siéntate…” y cuando el perro contento se sienta, viene el “que ya no hay comida“. ¿Cuántas veces? Pues habrá perros que tengan más o menos aguante… pero al final la señal de “siéntate” dejará de ser tan relevante, ya no le merecerá la pena. ¿Entonces?

Entrenamiento en clases grupales caninas


¡Entonces asegúrate de construir cantidad de reforzadores con los que embaucar a tu perro! Y asegúrate también de que responder a lo que le pides se convierta en un hábito, no en un intercambio de comportamiento-comida.

¿Cuánto tiempo puede aguantar tu perro desde que hace el comportamiento hasta que le das el refuerzo? ¿Cuántos comportamientos seguidos hasta reforzarle? ¿Cuánto refuerzo le das según el trabajo realizado? ¿Qué refuerzos le ofreces que en realidad, le refuerzan?

Si el entrenamiento o su educación es un juego, algo divertido que compartir contigo… ¿cuánto refuerzo extra necesita más allá de estar pasándoselo fenomenal contigo? Yo no lo sé, posiblemente no conozco a tu perro… Pero ¡tú puedes preguntárselo!

Devaluando el valor de la comida

A veces nos ponemos nerviosos y alargamos demasiado los tiempos que el perro puede darnos. Un ejemplo muy típico es con un perro reactivo que ve a otro perro, que se controla, no ladra, sólo observa (muchas señales indicando que llega al límite pero que su guía ignora o desconoce)… y “de repente” salta hacia él. Entonces muy nerviososo nos apresuramos a ofrecerle comida en el morro para desviar su atención, que a veces funciona (¡fenomenal, ya hemos reforzado que se intente abalanzar sobre él! Nótese el tono irónico…) y otras no (y seguimos enseñándole la comida por si la presta atención, cayendo su valor como si de un desplome de la bolsa se tratara).

No, la comida no es una píldora mágica que todo lo cura. La comida tiene el valor que le otorga el perro, y cada vez que la rechaza (porque está demasiado nervioso, porque está pendiente de algo que le motiva mucho más, porque no puede gestionar un estímulo que tiene delante, por miedos o por cualquier otra cosa), su valor se devalúa.

La comida no es más o menos importante que otro tipo de reforzador, pero tiene la característica de que conlleva un alto grado de motivación para la inmensa mayoría de perros, es cómodo, accesible y muy rápido en su uso. Sin embargo, como ocurre en todos los ámbitos de la vida, una herramienta mal utilizada puede hacérnoslo pagar más o menos caro.

Convertir una herramienta potente en un arma contra nuestro entrenamiento, es sólo cuestión de unas pocas malas decisiones en un corto período de tiempo. ¡Vigila cómo la usas!

Fuente: este post proviene de Sentido animal, donde puedes consultar el contenido original.
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