Casi todo el mundo sabe de Hachiko, el leal perro que esperó en la estación el regreso de su humano hasta el mismo día en que falleció. Pero ¿sabes que no es el único? Las historias de esta infinita lealtad son muy comunes entre los perros.
Nos encontramos en 1936, Montana, con un perro pastor llamado Shep. Shep cumplía con su trabajo cada día, sin dudar, y siempre estaba atento a las órdenes de su humano.
Era un día como otro cualquiera, pero en esta ocasión el pastor comenzó a ponerse enfermo mientras trabajaba. Apenas llegó a avisar a nadie y colapsó. Shep estaba desesperado. La ayuda llegó, y llevaron al hombre al hospital a toda prisa.
Shep se quedó en las puertas, ya que no lo dejaban pasar. Y no se marchó. Siguió ahí, esperando ver salir a su humano, día y noche. Una enfermera le dio de comer. Continuó su espera, fiel hasta el fin.
El pastor, por desgracia, falleció en el hospital. Cuando lo sacaron de allí, Shep lo reconoció en el acto, y siguió a los portadores hasta el tren, desde donde el pobre hombre llegaría a casa. Pero de nuevo no dejaron que Shep subiera con su humano.
El tren partió sin el perro, que se quedó en la estación, y, como Hachiko, se quedó esperando a que su humano volviera. Cada día examinaba a las personas que bajaban de los trenes, buscando el conocido rostro que tan bien conocía.
Durante cinco años Shep siguió esperando, hasta el día en que él también falleció. En Fort Benton hay una estatua de bronce en honor a su incondicional lealtad.
Marcos Mendoza
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