Indy fue atropellado en una carretera, y abandonado ahí como si no fuera nada. El perpetrador, que no sabemos si era su anterior humano o uno que pasaba y se había dejado la consciencia en casa, se marchó después de atropellarlo, y el pobre perrito, solo un cachorrito en aquel entonces, se arrastró hasta un arcén, incapaz de mover tres de sus patas.
Así lo encontraron los voluntarios de un santuario en la India, que rápidamente lo llevaron a su veterinario y comenzaron el tratamiento. Tuvo que pasar por muchas cirugías, pobre criatura, perdió una patita delantera y tardó mucho tiempo en poder usar bien una de las traseras.
Pero el animalito se recuperó poco a poco, y mostró una personalidad juguetona y muchas ganas de correr, incluso con solo tres patas, ya que una hubo que amputarla. Para entonces, los que seguían el caso desde la distancia ya lo conocían mediante historias y fotografías, y en especial Brittany y John se enamoraron de él. Decidieron que no importaba cómo, iban a adoptarlo.
Era un asunto peliagudo, ya que ellos eran de Estados Unidos, y estaban comenzando a prohibir los perros de ciertos países para evitar transmisión de enfermedades. Así pues, esta pareja tuvo que viajar a toda prisa hasta la India para el proceso de adopción y así poder llevarse al perrito a casa antes del completo cierre contra esos países.
En cuanto lo vieron en la casa de acogida, lo primero que exclamó Brittany, derretida, fue: ¡Te queremos! Y el perro, que no los conocía de nada, los miró con los ojos desorbitados, echado atrás y volviéndose hacia la pared, como diciendo… ¿Pero quién es esta gente?
A Indy le costó un tiempo acostumbrarse a aquellos humanos. Mientras tanto, la pareja se quedó en la ciudad, para que pudiera aclimatarse cómodamente a su presencia. Finalmente, el perrito ya estaba cómodo y los buscaba para jugar, encontrar mimitos y darles lametones. Indy se durmió en el regazo de Brittany cuando subieron al auto.
El viaje fue largo, pero por fin volvieron a casa, ahora con su adorable perrito, que se acostumbró a su nuevo hogar y se convirtió en un perro feliz, alegre y muy cariñoso que no parecía haber pasado por tanto dolor.
Marcos Mendoza
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