Quizá hayas oído de esa anécdota. Son historias, videos e incluso complejas explicaciones científicas justificando que, en efecto, en caso de necesidad un perro se comería a su dueño. No lo mataría, por supuesto, pero si encontrara su cadáver y no hubiera comida cerca, sin duda lo devoraría, por supervivencia.
Esta es la historia de Graham Nuttall y su perro Ruswarp. Era el año 1990, y perro y humano salieron a las montañas de Gales a dar una larga caminata, no muy distinta a cualquiera que habían dado en otras ocasiones.
Entonces el clima cambió súbitamente, comenzó a caer aguanieve, hacía mucho frío y soplaba un viento helado. Graham no volvió a casa. Amigos y familiares empezaron partidas de búsqueda por las montañas, pero ¡qué difícil era en aquellas condiciones!
Aguantaron una semana entera, pero tuvieron que dejarlo. No lo encontraron. Lo dieron por muerto.
Once semanas después de aquello, alguien encontró el cadáver de Graham, seco, descompuesto, pero entero. A su lado estaba Ruswarp, acurrucado, en los huesos, tan débil que no podía tenerse en pie.
Ruswarp no solo no había devorado a su humano al verse con necesidad, sino que tampoco había abandonado su lado para protegerlo de depredadores y alimañas. Se había quedado allí, fiel hasta las últimas consecuencias.
Ruswarp sobrevivió el tiempo suficiente para asistir al funeral de Graham. Después, como si hubiera cumplido con su cometido, falleció por las secuelas del clima y el hambre.
Marcos Mendoza
PD: Si quieres conocer más historias como esta, no dudes en pasarte por mi página.