En cualquier caso, tenemos que poner todo cuanto esté a nuestro alcance para evitar que se inicie un enfrentamiento. Todos los perros, sea cual sea la raza y el tamaño, deben ir atados con collar y correa. En caso de que, por el temperamento de nuestro perro, no sea suficiente, no quedará más remedio que usar un bozal.
Los dueños son los que mejor conocen a sus mascotas y de lo que estas son capaces, por lo que es su responsabilidad saber qué es lo mejor. Sin embargo, con estas medidas solo controlamos un 50% de la situación, porque si al otro lado se encuentra un dueño irresponsable de la agresividad de su perro, no habremos conseguido prevenir nada. Así que siempre será mejor no ir de paseo por zonas en las que sospechemos o sepamos que no son seguras.
Si una vez tomadas estas precauciones, nos vemos en medio de una pelea, el mejor consejo para ponerle fin es detectar al animal dominante y cogerlo de las patas traseras para retirarle (con cuidado que no se revuelva para mordernos o que el otro aproveche para atacarle). Con las patas despegadas del suelo no tendrá suficiente movilidad como para seguir enzarzado. Otra maniobra muy efectiva es agarrarles del pellejo de detrás del cuello, por así no podrán cerrar la mandíbula y pegar dentelladas.
A veces, es difícil poder acercarse para separarles, por lo que podemos echar mano de cualquier objeto alargado que haya a nuestro alcance (un palo, una escoba...) para interponerlo entre ambos, nunca para pegarles porque eso reavivará su agresividad. También se le puede echar agua, arena, polvo o cualquier pulverizador sobre el hocico para que tengan que retirarse y respirar mejor o para provocarles estornudos. Pero como puede resultar complicado tener algo de todo esto a mano en un momento así, taparles la visión echándoles prendas de ropa por encima puede valer para luego intentar separarles como hemos dicho antes.
Ante todo, debemos mantener la calma y actuar con rapidez para evitar el menor daño posible en los perros y en nosotros mismos.