Cada vez me llegan más historias sobre el adiestramiento canino, sobre personas que tienen problemas en la educación de sus perros y gracias a mis guías y libros consiguen entrenar a sus mascotas hasta conseguir el mejor comportamiento que podrían desear. Esta vez vengo a traer algunos de los casos que más me han complacido como adiestrador.
Hace algunos meses una joven me escribió. Tenía una perrita que no era mala en absoluto, de hecho estaba comenzando un plan de adiestramiento canino y avanzaba bien, pero tenía miedo de todo, se echaba a temblar ante cualquier ruido, cuando le ponía el collar parecía aterrorizada, ¡ya no hablemos del veterinario! Le dije que para combatir ese miedo que tenía hacia todo debería haber sido debidamente socializada cuando era cachorrita, pero aún había esperanza. Los perros aprenden deprisa. Lo más importante en este caso era que la perrita relacionara todas esas cosas que le producían pavor con algo bueno: el collar, las visitas al veterinario, la mujer de la limpieza…
De modo que le dije que la idea era acercar a la perrita a las fuentes de sus temores, uno a uno, poco a poco, y mientras permaneciera calmada recompensarla con golosinas o caricias, sólo mientras estuviera tranquila, para que viera cuál es el estado de ánimo correcto. Un par de meses después la misma chica me escribió para decirme que gracias a mis consejos había desterrado los miedos de su perrita, y que era mucho más feliz ahora.
Otro caso que me gustó mucho fue de una mujer desesperada que tenía un pastor belga al que quería locamente, su comportamiento era ideal en casa…pero en la calle se volvía un peligro andante. El perro tiraba de la correa como un loco, y había llegado a hacerle daño a su dueña en más de una ocasión. Ella desde luego no quería librarse de su perrito, de modo que recurría a mí en busca de ayuda: tenía que conseguir que dejara de tirar de la correa de esa manera durante los paseos. Le recomendé recurrir a algún amigo o vecino dispuesto a pasar por unos cuantos tirones, alguien que fuera más fuerte y resistente que ella, y utilizaran juntos la táctica del árbol. Se trata simplemente de parar el paseo cuando el perro tire, y cuando el perro deja de tirar, seguir caminando. Se necesitan bastantes intentos, pero a la larga el animal comprende que si tira no habrá paseo que valga, y en cambio si está más tranquilo y la correa está floja seguirá caminando. La mujer me llamó unas semanas después asegurando que la técnica había funcionado a las mil maravillas, una prima la había ayudado y ahora su perro no tiraba jamás.
Como veis, el adiestramiento canino está lleno de matices, de historias personales, de problemas y también de soluciones. Educar a un perro es lo mejor que podemos hacer por él: enseñarle cómo comportarse en nuestra sociedad, para que sea más querido y apreciado de lo que ya es.
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Marcos Mendoza