En el mundo reinaban los animales.. pero en la sabana la reina era la pantera Kra-Malassy, respetada y temida por el resto de animales por su gran destreza y habilidad en la caza, su rapidez y su sabiduría.
Un día la pantera Kra se hallaba bajo un boabab, rugiendo de dolor, se había hincado una espina enorme en su pata delantera . Había intentado arrancarse la espina con sus poderosos dientes, pero no pudo sacarla, era muy estrecha y fina. El dolor le impedía correr y cazar, y tenía en su guarida dos cachorros que la esperaban hambrientos.
En la copa de la acacia vivia una pareja de agapornis roseicollis, que estaban empollando cuatro huevecitos. La hembra, al oir lamentarse a la pantera, bajó por el tronco de árbol, mientras el macho le decía:
- No vayas abajo, la pantera siempre ha sido nuestra enemiga. Sabes que en cuanto nazcan nuestros hijos vendrá a comérselos.
Pero la roseicollis sentía compasión, al escuchar esos terribles lamentos y bajó hasta la rama más cercana a la pantera...
- ¿Puedo ayudarte? ¿Qué te produce tanto dolor?, preguntó la agapornis
- ¿Quién eres tú, insignificante pájaro, que me diriges la palabra cuando ni eres una gran rapaz y ni tan siquiera eres una gran ave cantora?
- Sólo quiero ayudarte a sacar esa espina y que puedas caminar y darle de comer a tus hijos, contestó.
- Tú no tienes un largo pico, como el colibrí, ni un pico poderoso como el del tucan, ¿cómo crees que podrías sacar una espina tan fuertemente incrustada en mi pata?
- Mi pico no es el más largo, ni suiera el más robusto, pero es muy preciso y yo soy muy tozuda.
La pantera accedió y la roseicollis le sacó la espina de la pata, con su pequeño pico.
- ¿Cómo te lo puedo agradecer?, le dijo la pantera, visiblemente aliviada.
- Te pido que, de ahora en adelante, respetes a mis polluelos y no te los comas, dijo la agapornis.
- Está bien, cuando te vea en el nido, sabré que estás protegiendo a tus hijos, y te dejaré en paz, aunque tenga mucha hambre, prometío Kra.
- Oh, no, pero ya sabes que a veces he de dejar el nido e ir a buscar comida. No puedes hacerle nada a mi prole, aunque yo no esté, por favor, rogó la agapornis.
mucho mas que plumas
- Está bien, dijo Kra. Tú me has ayudado, aunque podía haberte despedazado. Como recompensa, tus polluelos llevarán el color de mi pelo en su pico, de manera que yo pueda reconocerlos y saber que son dignos hijos de la agapornis que me ayudó.
Así sea.
Desde enctonces, los pequeños pornis llevan como distintivo en su pico esa mancha negra, como regalo de la reina Kra, por el favor recibido.