Fui durante siglos, silencioso testigo de los mágicos ritos de las brujas, acurrucado junto al fuego de la chimenea.
En los tiempos oscuros y tenebrosos donde reinaba el temor por lo desconocido fui perseguido y acusado de ser la encarnación de Satán.
Hay quien dice que todos los gatos negros, en medio de la inmensidad azabache de nuestro cuerpo, tenemos al menos un pelo de color blanco, y aquel que lo encuentra es bendecido por la fortuna.
Somos amigos de aquellos que no temen a las brujas, ni la noche, ni lo desconocido, los acompañamos en largas veladas, ronroneando felices sobre sus rodillas y les regalamos el brillo mágico de nuestras miradas y nuestro tacto suave de panteras domesticadas.
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