Yo, el gato Fígaro, me postulo como ratonero del presidente de España

¡Miau! Hola amigos, me pilláis estudiando… que sí, que sí, estudiando, ahora os cuento porqué. Es que un primo mío acaba de trasladarse a vivir a Madrid, que es donde vivo. Se ha cansado de vivir en Londres. Dice que es una ciudad muy lluviosa y, como se ha jubilado, prefiere vivir en un lugar más soleado y con su familia. Ya se ha cansado de ver mundo. Os preguntaréis cómo ha atravesado el mar    Cogió un ferry (se coló entre los bártulos de una señora francesa) desde Gran Bretaña a Francia y, estando ya en Europa continental fue montándose en todos los trenes que encontraba a su paso, hasta que, por instinto, llegó a mí.

Me ha contado muchas cosas de Londres: él era gato ratonero oficial de un edificio señorial cercano al río Támesis (las zonas cercanas al río que cruza Londres estarían llenas de ratas si no hubiera la cantidad de gatos que hay) y tenía amistad con el ratonero del 10 de Downing Street, que es la residencia del primer ministro británico. Me contó muchas historias acerca de los gatos más famoso de Reino Unido.

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 Por lo visto en 1995 la desaparición del gato de entonces llegó a ser un episodio traumático para el país; varios periódicos reaccionaron al anuncio de su aparente muerte con duras condenas de la oficina del primer ministro por no cuidar más de la criatura. Finalmente apareció. Había sido acogido por los trabajadores de un hospital cercano, que lo confundieron con un gato callejero. Días más tarde de volver a la casa presidencial emitió un comunicado (sí, el gato Humphrey firmó el comunicado) agradeciendo la atención que había recibidio durante sus 'vacaciones' y declarándose listo para asumir sus tareas. También fue causa de trifulca política el pobre Humphrey cuando en 1997 llegaron al poder los laboristas. Cherie Blair tenía muy mala relación con el gato y, según la oficina del primer ministro, lo dieron a una pareja de ancianos del norte de la ciudad.

Un diputado conservador no lo creyó y dijo públicamente que pensaba que el 'premier’ británico le había 'pegado un tiro’. Se armó tal revuelo que Tony Blair tuvo que autorizar la visita de periodistas a la nueva casa de Humphrey para calmar a la opinión pública, que vive con intensidad las andanzas de los gatos presidenciales.

Por eso yo ahora me encuentro estudiando Historia de España y la Constitución por si me sirve para que me adopte Zapatero en Moncloa. Quiero ascender y llegar lejos. Puede que en el Palacio presidencial no haya tantas ratas como en Downing Street, pero pienso que es más necesario que nunca mi presencia. Porque si me recoge quizás pueda ayudar, dándole mi cariño y ronroneándole al oído izquierdo, a que acierte con las reformas de la crisis. No sé… supongo que puedo romper los borradores de leyes y decretos que contengan recortes sociales con mis uñas (o mearme) y sentarme encima de los que sean más sociales. ¿Quizá me haga caso? Si me lo hace saldrá ganando, lo veremos…

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Bueno, me despido, tengo que coger la línea 6 de metro, Moncloa y España me esperan.

Foto B/N: conservativehome.blogs.com/torydiary

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