Una de las dolencias más graves y mortales para el can es la Parvovirosis. Se trata de una enfermedad de reciente descubrimiento, que se contagia fácilmente y además se desarrolla muy rápido. Ante este mal, la prevención canina aparece como la mejor solución para evitar consecuencias fatales.
Un virus muy peligroso
Cuando a nuestro perro se le diagnostica esta afección, se está enfrentando a uno de los padecimientos más serios y peligrosos dentro del mundo canino. El también llamado Parvovirus, que no afecta ni a gatos ni a personas, no fue descubierto hasta 1976-77, y su desconocimiento supuso la muerte de infinidad de cachorros.Son las crías de menos de seis meses, en especial los de las razas de Rottweiler, Pastor Alemán y Doberman, los más propensos a desarrollar el Parvovirus. También pueden contraerlo ejemplares adultos, pero es menos frecuente. Se transmite por vía oral y es un virus muy resistente, capaz de permanecer durante varios meses en suelos, perreras y otros objetos debido a las heces contaminadas.
El periodo de incubación es muy rápido y puede incluso provocarle una muerte súbita al animal en apenas dos días. Sus primeros ataques se dirigen al intestino, provocando desarreglos digestivos. Para que nuestro perrito tenga una vida plena de salud y bienestar, es primordial que tanto él como la madre estén vacunados y desparasitados.
Una enfermedad, varios síntomas
Si nuestra mascota está infectada con este virus es importante que permanezcamos atentos a su comportamiento y estado de salud cuando es más pequeño e indefenso, así podremos evitarle secuelas y librarle de un desenlace fatal. Si nuestro cachorro ha caído enfermo de Parvovirosis, es muy probable que en los primeros días se muestre bastante afligido, mustio, compungido y sin apenas ganas de jugar.A este cansancio generalizado se le unirá la falta de apetito. El perro dejará de comer y presentará altos estados febriles, con una temperatura corporal de entre 40 y 41º C. Para impedir su deshidratación, es importante que permanezcamos pendientes ante posibles vómitos y diarreas, con o sin sangre, pero de fuerte hedor. En cuanto se produzca la primera deposición sanguinolenta, acudiremos al veterinario.
A este proceso intestinal, se le puede unir otro de tipo cardíaco y con consecuencias, en ocasiones, irreversibles. Para librarle de continuos episodios de miocarditis e insuficiencia respiratoria durante toda su vida, es importante que actuemos con urgencia ante sus gemidos. Los pacientes caninos que están afectados sólo por la variante intestinal, se recuperan con seguridad siguiendo un tratamiento.
La prevención es la mejor cura
La Parvovirosis que presenta nuestra mascota es un virus: el especialista al que acudamos intentará paliar los estragos que produce esta dolencia para que su sistema inmunológico responda y su estado de salud mejore. El cachorro debe seguir un estricto ayuno e ingerir una serie de antibióticos para hacer frente a los efectos de los vómitos y la diarrea.Aún así, hoy por hoy no existe mejor arma y medicina contra tan peligrosa enfermedad que una correcta prevención. Resulta fundamental que recordemos la fuerte resistencia, hasta seis meses, del Parvovirus. Pavimentos, casetas, juguetes o incluso otros perros pueden convertirse en foco de infección para nuestro animal. La mayoría de los desinfectantes corrientes son ineficaces; hay que emplear cloro.
Para que nuestro perro no caiga enfermo, será vital que la madre esté exenta del virus. Cumplir con la vacunación es vital para nuestras mascotas; especialmente con esta dolencia, si la hembra no está inmunizada, se puede convertir en portadora de la enfermedad y transmitirla a las crías.
Hemos de vacunar a nuestra mascota a las seis semanas de vida, para evitar el desarrollo de la dolencia. El procedimiento no acabará aquí: al cachorro se le suministrará otra inyección cada 30 días durante tres meses y anualmente el resto de su vida. Ante los primeros indicios de contagio debemos acudir inmediatamente a nuestra clínica veterinaria.