Alguna vez ha ocurrido que cuando estas en casa tu perro es obediente, todo un perfecto perro adiestrado, obediente, disciplinado… pero un nuevo mundo se abre ante él cuando sale al exterior, todo es novedoso, lleno de cosas que él quiere curiosear y tú, pasas a ser un segundo plano para este, ignorándote por completo y dejando toda esas buenas formas y educación que tienen en nuestro hogar. Tiran de la correa, nos arrastran con ellos, miran por todas partes… están excitados por tener todo de novedades a su alcance.
No hay nada más para él ahora que ponerse a olisquear los árboles, todo le parece interesante, llamativo y muy divertido. ¡Quiere explorar y conocer todo cuanto le rodea! Pero… ¿qué es lo que origina toda esta actitud? Esta forma de hacer que a nosotros nos pone nerviosos ya que no tenemos el control de lo que ocurre, pues bien… ellos cuando son jóvenes pasan por una fase a la cual se la nombra imprimación algo tipo la adolescencia humana) En esta fase desean socializar con todo lo que tienen al alcance, quiere conocerlo todo, el suelo, las personas, el ruido… todo cuanto tengan al alcance llamara su atención.
Se convierte en un impedimento cuando este deseo por descubrir y explorar es el mayor de los placeres que tienen y no existe nada más para ellos, sobre todo a lo largo del paseo y acaba volverse una costumbre rutinaria. Si este problema no ocurre, perfecto, es el momento ideal para prevenir este problema antes de que sea demasiado tarde.
Tú tienes que ser todos y cada uno de los placeres para tu perro, no las flores o las plantas que tenga al lado, tu eres quien juega con él, quien lo pasea, quien lo atiende, si tu mascota marcha a buscar algo “que explorar” hazlo buscarte, que vuelva junto a ti y entonces lo premias con caricias y mimos.
Hay que añadir que es complicado solucionar este hábito cuando ya lo han adquirido, se ha convertido en un problema… Aunque prefiero no recurrir a esto recomiendo llevarlo a un profesional, porque estos perros que tienen la necesidad de correr a buscar olores que tengan a su alcance son complicados de adiestrar. Pero no te rindas, no tires la toalla, ¡no está todo perdido y puedes tomar tú las riendas del asunto! Intenta llevarlo con la correa, deteniéndote con él cuando vaya a oler algo, no te muevas ni un milímetro y cuando regrese junto a ti compensando con mimos o tal vez una golosina. Es posible que poco a poco su actitud vaya cambiando gracias a las recompensas que le ofreces y deje a un lado la costumbre de marcharse de tu lado, ignorándote. ¡Animo, nada es imposible si tienes paciencia y voluntad!
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Marcos Mendoza