Antes de elegir un gato como mascota conviene saber los cuidados que le tendremos que ofrecer, porque, aunque son hogareños e independientes, tienen unas costumbres que para algunos son increíbles, pero para muchas otras personas han sido los motivos principales para abandonarlos. Conocer las costumbres de los gatos es primordial para aprender a educarlos.
Muchas de estas habilidades innatas, como la de trepar enganchándose con sus uñas a aquello que le pueda dar equilibrio y estabilidad, hacen que la convivencia con un felino se convierta en una pesadilla. Aprende las costumbres de los gatos para que educarlos te evite sustos cuando se escapen de casa.
El que no corre, vuela
Desde siempre, el hombre ha sido seducido por el arte y la armonía que desarrolla el gato en la caza y en el juego, ya que su flexibilidad y agilidad son notables. Esto se debe, en gran parte, a un esqueleto muy flexible compuesto por entre 279 y 282 huesos alargados, delgados y finos, y a unas articulaciones de gran elasticidad, debido a que sus clavículas no están soldadas al hombro y liberan así su movimiento. El gato se puede estirar, dar la vuelta y enroscarse como una bola, sus patas pueden, igualmente, efectuar una rotación bastante amplia y la cola puede moverse en todas las direcciones sin riesgo de luxación.
Dotado de una musculatura muy potente, el felino hace gala de una fuerza considerable con relación a su peso, lo que explica sus saltos a alturas impresionantes -hasta cinco veces su altura y seis veces su longitud-, sus escaladas rápidas a lo largo del tronco de un árbol y su destreza en la lucha. Por el contrario, no puede mantener un gran esfuerzo durante un periodo largo de tiempo, porque el gato es un gran esprínter pero no un corredor de fondo. Su carrera es una serie de largos brincos y rasantes a una velocidad en la cual su estiramiento es máximo. El menor de sus gestos puede ser, a la vez, muy rápido y muy preciso: nunca una mano humana igualará a una pata felina, que nunca deja escapar a su presa.
Alimentación, fuente de salud
El gato raciona repetidas veces su comida. Si se le deja el alimento a libre disposición, hará entre 8 y 16 pequeñas comidas a lo largo del día, cada una con una duración de 3 minutos. Pero es preciso considerar que el gato no es un perro, por lo que no debe ser alimentado como él. Es un carnívoro estricto con necesidades nutricionales específicas y un sistema digestivo adaptado a su régimen. Su intestino es corto comparado con el del hombre -3% del peso del cuerpo frente al 11%- y su tránsito digestivo, cinco veces más rápido que el nuestro. Su alimentación debe ser muy digestiva y fraccionada.
Un arsenal enzimático específico y una secreción estomacal muy ácida aseguran una buena digestión de los prótidos y lípidos, sobre todo de origen animal. Por el contrario, la parte de los glúcidos (cereales) debe ser limitada para evitar el riesgo de diarreas. Soporta bastante mal los cambios alimentarios y la leche, la cual, contrariamente a una idea generalizada, no siempre es bien tolerada después del destete.
El gato doméstico ha conservado desde sus ancestros, que vivían en el desierto, la particularidad de concentrar su orina y ser poco bebedor. Los aficionados a las croquetas lo compensan lamiendo una veintena de veces por día su recipiente de agua, pero solamente bajo ciertas condiciones: el agua debe ser limpia, fresca, renovada periódicamente y dispuesta en un entorno tranquilo, lejos de la bandeja de arena.
El aseo diario
El gato es conocido por tener una limpieza irreprochable, puesto que pasa hasta un tercio de su tiempo de vigilia limpiándose. De esta forma, mantiene su piel en buenas condiciones y la vuelve suave, brillante e impermeable, extendiendo con su lengua la grasa secretada por las glándulas cutáneas.
Algunos gatos tienen un pelaje tan espeso y tan largo que es necesario ayudarles cepillándolos. Lamerse es también un formidable masaje antiestrés, gracias a una multitud de receptores sensoriales situados en la dermis. Sin embargo, singularmente, el gato es poco sensible a las variaciones de temperatura. ?Quién no ha visto nunca a un felino durmiendo sobre un radiador o cerca de un fuego? Su 'abrigo polar' es su formidable capa pilosa de 800 a 1.600 pelos por centímetro cuadrado de piel, es decir, el doble que la del perro.
Los pelos de cobertura, largos y rígidos, dan color al pelaje, le protegen contra la lluvia y pueden erizarse en situación de peligro o de frío extremo; los pelos flexibles de la cola, y el subpelo, muy fino y ondulado, funcionan como aislantes térmicos. Al igual que nuestro cabello, el pelaje felino crece alrededor de 2 mm. por semana y se renueva por ciclos mensuales. La luz diurna es un factor determinante en los periodos de muda. Así, un gato que vive en el exterior hace dos mudas verdaderas por año, mientras que un gato de interior muda durante todo el año.
Fuente de información: Royal Canin