Mi hermano Miguel tiene un lazo especial con Sam. He perdido la cuenta de las veces que él y mis padres se han ocupado unos días de nuestro perro o han venido a pasearle cuando nosotros no podíamos.
Compatibilizar la vida de perro y bebé en invierno puede ser complicado, porque oscurece pronto, llueve, hace frío, y el primer y último paseo del día de Sam suele coincidir con horas de sueño y de comida de Emma. Así que si no estamos los dos en casa o uno está enfermo, la situación es algo movida. Por eso la ayuda que nos brinda nuestra familia nos facilita muchísimo las cosas. Además, desde siempre hemos sentido que el animal se siente la mar de contento con ellos. Las casas de mis padres y mis suegros son como su propia casa.
Como os contaba, lo de mi hermano y mi perro es amor verdadero, de flechazo. Se nota mucho que Miguel es una de las personas preferidas de Sam porque se pone mucho más que "como loco" cuando le ve. Ambos disfrutan mucho de los paseos y de su mutua compañía, y el vínculo no hace más que crecer cada día. Siempre le han gustado mucho los perros, pero creo que desde Sam su afecto por "los chuchos" (como él los llama amistosamente) ha crecido muchísimo más.
Pensando en todo esto, di con la página de El Refugio, una organización que se dedica a la ayuda de perros y gatos abandonados. Consulté las opciones que existen de colaborar con ellos y de repente se me ocurrió un planazo con el que sorprender a mi hermano. Además de ofrecer adopciones, acogidas y donaciones, este sitio ofrece la posibilidad de que voluntarios saquen a pasear a sus perros por los alrededores de la instalaciones, es decir, hacer de Guau Walkers.
Hace tiempo os contaba que para nosotros, pasear con nuestro perro no es una obligación, sino un placer. Una oportunidad de desconectar, hacer ejercicio y estrechar más los lazos con tu mascota. Pero si a ello unes que colaboras con un proyecto así de digno, la cosa merece mucho más la pena.
Como veis, el lugar no puede ser más bonito y agradable para una larga caminata. Está ubicado en la Sierra de Guadarrama, a tan solo una hora de coche de Madrid. Los paseos se realizan los 365 días al año desde las 11h a las 15h y simplemente tuve que avisar 48 horas antes de que íbamos. Desde que contacté con ellos todo fue amabilidad y buena voluntad.
En mi caso, también comuniqué previamente que íbamos a acudir con Sam, y no me pusieron ningún problema porque su carácter no es dominante y es muy juguetón.
Si os planteáis ir, recomiendo que una vez os manden la ubicación consultéis con ellos el mejor camino para llegar, porque nosotros acabamos un par de veces en un camino forestal poco apto para coches no todo terreno, cuando en realidad había un camino como Dios manda para llegar...
Pero al fin llegamos y nos presentaron a Prisca, una perrita de 4 años que llevaba 2 años en El Refugio. Muy tranquila y buena, aunque un poco asustadiza. A saber por lo que ha pasado la pobrecilla.
Paseamos un ratillo por los alrededores junto a Sam. Eso si, insistieron mucho en que debíamos hacerlo siempre con la correa, no darle comida ni juguetes y evitar cruzarnos con otros grupos de perros y personas que también estuvieran por allí, así que fuimos muy cuidadosos con todo ello.
Al finalizar el paseo Prisca volvió con mucha alegría. Chavi nos explicó que es debido a que ella sabe que allí no le falta nunca el techo ni la comida, así que se siente a salvo. También nos contó que las personas que trabajan allí no son voluntarios, sino empleados, porque de esa manera se asegura que el lugar está cubierto y atendido al cien por cien. Se sustentan a base de socios y de donaciones de personas, y no de subvenciones ni de poderes públicos. También nos pareció muy curioso escuchar que parte de esas donaciones llegan en forma de testamento.
Volvimos a casa cansados, satisfechos de una jornada al aire libre y con el corazón muy lleno gracias a Prisca, a Sam y a este proyecto tan merecedor de ser contado y apoyado.