La información conocida ubica el primer registro de fiebre aftosa de América del Sur en el año 1870, en Buenos Aires, Argentina. El brote dio lugar a una verdadera pandemia, que en un año se extendió a Uruguay , Brasil y Chile.
Algo parecido ocurrió en 1910, prolongándose hasta Paraguay, Bolivia y Perú. Es importante señalar que la introducción del virus en los brotes argentinos se relaciona con la importación de bovinos de Europa, y en el caso brasileño, probablemente con la importación de cebuino de la India.
Durante 70 años la enfermedad continuó propagándose al sur de la línea ecuatorial, haciéndose endémica en grandes regiones ganaderas, y de vez en cuando originando epidemias de diversas magnitudes. Una de las más graves ocurrió alrededor del Río de la Plata en 1944. En 1946, bovinos brasileños exportados a México introdujeron la infección a ese país y en 1950 a Venezuela, brote que en ese mismo año invadió a Colombia y de ahí a Ecuador en 1962. Desde entonces se consideró prácticamente afectada toda América del Sur, excepto áreas más bien marginales, como el departamento noroccidental del Chocó en Colombia, la Patagonia chilenoargentina, Guyana, Guyana Francesa y Suriname.