También conocida como Galápago de Florida, responde al nombre científico de Trachemys Scripta Elegans. La mancha de tonalidad rojo que posee a ambos lados del cuello es la razón de su apodo popular, si bien, ese tono va reduciéndose con el paso del tiempo. Su longitud media va de los 12 a los 20 cm., pero se han encontrado ejemplares de 30 cm. Su medio es el acuático-diurno, muda de forma continua y, en cautividad, sufre mucho si no vive en un ambiente cuidado.
Su desarrollo comprende las zonas del sureste de los EE.UU. y el noroeste de México. Desde las granjas estadounidenses de Oklahoma, Texas, Indiana, Kentucky, Kansas, Tennessee y Alabama se distribuye por todo el globo, ya que es una de las mascotas silenciosas más apreciadas. El transporte inadecuado desde las zonas de nacimiento a los países donde es adquirida para la venta suele provocar problemas a esta especie, pues no resiste el cambio climático y las condiciones del viaje. No obstante, actualmente es criada en los propios lugares de distribución.
Un ejemplar en casa
Los cuidados que precisa son muchos y muy especiales, sobre todo en la alimentación y en la prevención de enfermedades. A la hora de apostar por ella, debemos tener en cuenta una serie de premisas básicas tales como su actividad y unos ojos exentos de inflamaciones.
Para un desarrollo más adecuado, el espacio donde resida debe ser amplio y con un volumen de agua lo suficientemente alto (más o menos 3/4 del largo de la tortuga) como para que no echen de menos su hábitat natural. El líquido debe mantener una temperatura de entre 18 y 25º C, por lo que será de gran ayuda un termostato. Incluiremos en el acuario un filtro para cuidar la calidad del agua puesto que la limpieza es un factor fundamental para su supervivencia.
Si no disponemos de un sistema de filtración, el agua se cambiará una vez por semana. También se recomienda la existencia de alguna isleta artificial, un tronco o un montoncito de piedras al que el animal pueda recurrir en el caso de que quiera descansar del medio acuático. Mantendremos esta zona al sol indirecto (no más de 35º C) para que el animal prevenga la aparición de hongos por humedad excesiva.
Cuidados alimenticios
De la administración de una dieta saludable dependerá en alto grado la longevidad de este pequeño animal de compañía. Las elecciones en cuanto a alimentación deben medirse muy bien, puesto que en virtud de la edad de nuestro amigo las necesidades serán diferentes. El grueso de la ingesta contempla las proteínas procedentes de animales en la etapa de desarrollo inicial, mientras que los vegetales representan la opción conveniente durante la madurez. Ante cualquier duda, lo mejor es dejarse aconsejar por un experto. En la misma tienda donde adquirimos nuestro ejemplar se nos darán indicaciones sobre la comida más adecuada.Uno de los errores repetidos con más frecuencia es la creencia de que la artemia, los camarones, las gambas y el sustento seco en general son exquisiteces que ayudarán a una evolución correcta de la tortuga. La carencia de vitaminas y proteínas desembocará en un reblandecimiento de la concha, párpados extremadamente hinchados, desnutrición y, finalmente, en el fallecimiento de la mascota. No podemos olvidar que los suplementos cálcicos son de vital importancia
Se recomienda la variedad en la dieta del galápago. Las gelatinas que mezclan alimentos pueden alternarse con pollo, hígado, pescado, huevo cocido, almejas y berberechos, invertebrados (criados por nosotros para asegurarnos de que no tienen pesticidas), piensos especiales y, según vayan avanzando en edad, ir incluyendo verduras y hortalizas. Cuando estamos ante ejemplares jóvenes, podemos servirnos de complejos minerales varias veces en semana.
Al principio, los recién nacidos se alimentan de los restos de la cáscara, pero hasta los seis meses deben nutrirse todos los días y después, hasta los dos años, unas cuatro veces por semana. Una vez llegada la edad adulta, una vez a la semana es suficiente.
Datos sobre la reproducción
El apareamiento de las tortugas de orejas rojas sigue unas pautas determinadas y tiene lugar en el quinto o sexto año de vida. Las dimensiones no deben suponer un obstáculo para la reproducción, ya que debe haber espacio para que se lleve a cabo el cortejo. El macho, cuyas extremidades anteriores se diferencian de las de la hembra por ser más largas, mueve enérgicamente las mismas. Tras el consentimiento, el macho monta a la hembra agarrándose a su caparazón. Llama la atención el dimorfismo de esta especie, puesto que el macho es más pequeño en tamaño que la hembra.
La estación primaveral y el final de la estival coinciden con las dos puestas que tienen lugar a lo largo del año. Debemos proveer de tierra a la hembra, ya que la costumbre es excavar huecos en la misma y depositar en ellos los huevos, rugosos al tacto y de color blanco. La futura mamá dará calor a sus crías durante dos meses y medio aproximadamente. Éstas, una vez fuera del cascarón, tienen un caparazón de entre 25 y 30 mm. de diámetro.