Las rocas en el acuario son un elemento indispensable en todo acuario. Puede parecer que no son más que una opción estética, pero son básicas para el bienestar de sus habitantes. De hecho, algunos de ellos morirían si no se introdujeran estos elementos en el hábitat artificial.
La razón es obvia: en los ríos, mares y océanos están presentes y son necesarias para realizar determinadas funciones relacionadas con la reproducción y la supervivencia. Por ello, hay que conocer bien cuáles son las mejores rocas en el acuario, los tipos que más convendrán a nuestros ejemplares antes de introducirlas en él.
Piezas de gran importancia
El cometido menos vital de las rocas es el de hacer más estética la pecera en cuestión. Sus formas regulares y geométricas, sus colores llamativos y una disposición vistosa y al mismo tiempo natural, harán del acuario un espacio hermoso y armónico. Sin embargo, la función más importante es, sin duda, la de dar seguridad a los peces.
Tus amigos acuáticos se sentirán seguros y descansarán mejor si se les permite ocultarse de manera natural ante cualquier ruido o movimiento externo. Si no las incluímos, es muy posible que con el tiempo los peces padezcan de estrés e, indudablemente, esto empeorará su calidad de vida y acortará su existencia.
El apareamiento y la reproducción también suelen requerir su presencia, principalmente a la hora de fijar los huevos. Cuando llegue el momento, es necesario emplear un acuario específico de cría porque es muy común que el resto de peces se coma la puesta. Las rocas son necesarias para que los peces puedan desarrollar todas sus actividades vitales, evitando problemas que podría acarrear el cautiverio.
Evita las piedras calcáreas
El empleo de piedras de distintas formas y colores nos ayudará a crear un magnífico efecto estético, aun cuando no llegásemos a introducir plantas. El uso no tiene ninguna complicación ni peligro si se respetan ciertas normas básicas. En primer lugar, hay que elegir piezas adecuadas para la decoración; las podemos recoger directamente del campo, pero atendiendo a ciertos detalles. Hay que huir de aquellas que tengan colores muy vivos, ya que este tipo suele deber su color a la presencia de metales pesados en su composición, que pueden liberarse en el agua del acuario y matar a los peces.
Se debe prestar atención a la composición de la roca, evitando aquellas que sean calizas o calcáreas. Éstas van solubilizándose muy lentamente en el agua de nuestros acuarios, especialmente si es de pH ácido, liberando carbonato de calcio y otras sustancias que provocan cambios drásticos en su dureza y, consecuentemente, en su pH. Existe una prueba bastante simple, aunque no infalible, para determinar si una piedra es calcárea. Basta con coger unas gotas de ácido clorhídrico y echarlas sobre la misma: si se produce efervescencia, es calcárea y por tanto no válida.
Disposición de las rocas
El acuario debe parecerse a un fondo marino natural. En el caso de los geográficos o biotopos que simulan un hábitat natural específico, hay que tener en cuenta las características particulares de los peces y plantas del acuario. Por ejemplo, que la vegetación pueda sujetarse entre ellas. En estos casos es viable introducir una 'roca viva', con microorganismos y plantas.
Antes de intoroducir las piedras en el acuario, hay que prepararlas. Para ello las lavaremos con abundante agua y las limpiaremos con un cepillo de cerdas duras para retirar todos los restos de tierra, líquen, musgo... Al disponerlas en la pecera, además de seguir criterios ornamentales o decorativos, hay que tener en cuenta la seguridad y funcionalidad.
Las rocas siempre han de estar fijas en una posición estable. Si una se desestabiliza y cae de su posición, puede dañar a algún pez o romper un cristal. Si la roca no está lo suficientemente afianzada, es mejor no colocarla de esa manera o en ese lugar. Si queremos hacer grutas que sirvan de refugio a nuestros peces, su interior se debe de poder limpiar con facilidad.