En España, tres voluntarias de DAR, una organización por la protección animal, detectaron a un perro tipo setter en las montañas, entre carreteras de, por suerte, poco tránsito. El animal se veía flaco y asustado, y desapareció rápidamente.
Pero ellas ya sabían lo que habían visto: un perro que está solo. No es difícil darse cuenta cuando tropiezas con un perrito abandonado o perdido, porque está muy delgado y también muy sucio. En contra de la creencia de algunos, los perros no están adaptados a la naturaleza ni a la calle, y no sobreviven bien sin humanos.
Así pues, estas tres mujeres regresaron.
Al principio intentaron atraer al perrito con comida, una táctica que suele funcionar muy bien. El animal se acercaba, pero muy poco. Estaba hambriento, pero sobre todo tenía mucho miedo. ¿Qué podía haberle pasado? Eso no lo sabían… ni lo supieron jamás.
En todo caso, la táctica fácil no funcionaba, aunque se comía lo que las mujeres dejaban atrás… cuando ellas no estaban.
Después de dos meses intentando ganarse la confianza del perro, tuvieron que buscar subterfugios menos honorables: adquirieron una jaula trampa, la montaron, e intentaron camuflarla con ramas y hojas.
Pero el animal la detectó al vuelo, y no se acercó por mucho que el cebo en el interior fuera tentador. Era una criatura muy inteligente.
Así que la última opción que tenían era recurrir a su veterinario. Este les dio medicación para dormir al perrito. No sería fácil, y los sedantes orales no funcionan en el acto. Dejaron al comida drogada a su alcance y se escondieron, y estuvieron vigilando con prismáticos hasta que el animal vino, comió y se fue… y al cabo de casi una hora, cuando la criatura trepaba por una ladera muy escarpada, finalmente se derrumbó.
No fue un rescate fácil. Hubo que escalar, coger al perro, y además moverse con mucho cuidado para no despertarlo. Pero por fin regresaron a la carretera con él, y lo pudieron meter en una caja de transporte.
A partir de aquí, todo fue mucho más fácil. Era una perrita de raza setter inglés, la llamaron Cassia, y estaba razonablemente sana, sobre todo porque la habían estado alimentando bien durante los tres largos meses que duró el rescate.
Cassia estuvo asustada durante un tiempo, pero no intentó escapar. Después comenzó a mejorar: levantó la cabeza, comenzó a saltar para saludar, a comer cerca de las humanas… y descubrió que jugar con ellas era muy divertido.
Hoy, Cassia fue adoptada por una amiga inglesa, y tiene una familia y otros perros con los que divertirse. Ya nunca volverá a estar sola.
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Marcos Mendoza
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