Pero por suerte fue encontrada por personas compasivas que no la dejaron sin más: vieron que tenía tantas ganas de vivir, así que la pusieron a salvo y se aseguraron de que sobreviviera.
Olga se enamoró de ella en cuanto la vio. Era tan pequeñita y necesitaba ayuda, así que la mujer puso todos sus recursos y su tiempo en conseguir que Casey, así la llamó, creciera sana y fuerte. ¡Y vaya si lo hizo! De cachorrita diminuta que no podía tenerse en pie pasó a una perrita de más de diez kilos, un animalito feliz, alegre, juguetón y sociable que perseguía gatos solo para jugar con ellos… aunque estos no tuvieran muchas ganas.
Algo muy divertido sobre Casey es que le encanta ir en motocicleta. Tal y como lo oyes. Casey disfruta de los paseos en motocicleta como el que más, por ejemplo yendo a la playa, pero más aún disfruta de su trabajo.
Olga es directora de una pequeña escuela en Bali, y como tal, en seguida se sintió en la libertad de llevar a su perrita a clase. Y fue la mejor decisión que podría haber tomado.
Los niños ADORAN a Casey. Cuando la perrita entra a un aula, el profesor sin duda pierde a sus alumnos durante unos minutos, porque todos chillan y la llaman y quieren tocarla. Pero está bien, porque Casey les enseña algo que va más allá de las matemáticas o la historia: les enseña de compasión, de amor y de ternura, de tratar con cuidado a los que son frágiles, y de ayudar a quien lo necesita.
Marcos Mendoza
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