Sus múltiples beneficios para la salud, tanto a nivel físico como a nivel mental, unidos a la facilidad de practicarlo en casi cualquier lugar son los principales reclamos para aquellos que buscan cuidarse sin necesidad de acudir a un gimnasio todos los días.
Gracias a este auge, cada vez son más los que buscan nuevas modalidades y maneras de practicar yoga. Una de las últimas en llegar a nuestro país es la que une nuestra disciplina favorita con nuestras mascotas.
Los animales han sido, desde siempre, una aparte importantísima de nuestra vida. Esta relación tan estrecha y especial se ha visto reflejada de diferentes maneras en la literatura, la pintura e incluso en el deporte, en donde los nombres de diversas especies sirven para denominar determinados tipos de jugadores.
Sin embargo, es en el cine donde podemos encontrar los mayores ejemplos de esta relación. Así, cintas como “Spirit” o “Stuart Litte” nos enseñan los valores de respetar a animales tan diferentes como lo son un caballo y un ratoncillo.
De entre todos los animales que podríamos tener como mascotas (hay muchos, más de los que a priori podríamos pensar) los perros son sin duda el animal de compañía por excelencia, no en vano son considerados como el mejor amigo del hombre. En la actualidad cada vez hay más opciones para fortalecer nuestros vínculos con este cariñoso cuadrúpedo y una de ellas tiene que ver con el yoga.
Los orígenes del Doga
En un intento por mezclar la práctica del yoga con nuestros perros surgió la idea del Doga, también conocido como yoga para perros.
El origen de esta disciplina fue totalmente fortuito y generalmente se le atribuye a Suzi Teitelman.
Corría el año 2001 cuando esta instructora de yoga estadounidense se sorprendió al ver que su perro acudía a diario a su sesión de yoga en casa intentando imitar sus posturas.
Partiendo de esta curiosidad, Teitelman decidió que sería una idea de lo más innovadora incluir a las mascotas de los asistentes a sus clases de yoga a sus rutinas diarias de esta disciplina.
Un año después de observar a su pequeño perro intentando imitarla, Teitelman ya impartía clases de Doga en su estudio. Con el paso de los años, muchos estudios especializados en yoga han seguido su ejemplo y ahora practicar esta disciplina con nuestras mascotas está a la orden del día, sobre todo en Estados Unidos.
A primera vista puede parecer una práctica un tanto extraña, pero tiene más sentido del que creemos.
La idea es simple, ya que no se trata de que nuestro perro imite las complejas posturas que realizamos nosotros en nuestra rutina diaria, sino que la finalidad de este ejercicio es doble.
En primer lugar, la práctica del Doga busca fortalecer la relación con nuestra mascota a través, principalmente, de las caricias y masajes que le practicaremos.
En segundo lugar, esta actividad suele y debe realizarse con otros perros, lo que ayuda a que nuestros peludos amigos se relacionen con otros de su misma especie, haciéndole disfrutar más de su condición. No podemos pasar alto el hecho de que la naturaleza del perro es la de convivir en manada, por lo que la relación entre ellos es positiva desde todos los puntos de vista.
¿Todos los perros son aptos para el Doga? En principio sí, pero al igual que ocurre con las personas, cada animal es un mundo por lo que debemos tener en cuenta su tamaño, su edad, su temperamento y su estado físico.
Esto no quiere decir que el yoga sea para unos pocos, sino que debemos adaptar los ejercicios y posturas a cada uno de los participantes.
De esta forma, si el animal en cuestión es pequeño y flexible será más cómodo de incluir en las rutinas de Doga mientras que si es más grande y menos elástico deberemos optar por otras actividades más sencillas aunque igual de gratificantes.
¿En qué consiste el Doga?
De forma general, una sesión de Doga se divide en cuatro partes. La primera consiste en hacer estiramientos a nuestra mascota mientras le practicamos algún masaje relajante.
No se trata de realizarle una sesión de fisioterapia sino que simplemente debemos de seguir unas sencillas técnicas que tienen como finalidad que el animal segregue endorfinas para que así esté más feliz, lo que nos ayudará a estrechar nuestro vínculo con él.
Una vez superada la primera fase, debemos comenzar con la práctica del yoga propiamente dicha o, en este caso, con el Doga.
De esta forma, esta segunda fase consiste en que tanto dueño como mascota realicen una serie de posturas, siempre adaptadas al tipo de animal para que éste no sufra ningún daño.
Dentro de esta fase también se puede incluir algún tipo de peluche o juguete para nuestra mascota, de esta forma podremos hacer que se relaje y esté más dispuesto a seguir nuestras indicaciones.
La tercera y penúltima fase consiste en realizar una serie de estiramientos con nuestro perro con el objetivo de ayudar a que no se tense y así evitar que al día siguiente tenga agujetas o lesiones. Sí, los perros también pueden sufrir contracturas así que es imprescindible que realicemos estos ejercicios.
La última de las fases es la más relajante de todas. En ella, dueño y mascota disfrutan de una serie de estiramientos al tiempo que escuchan música que los ayudará a descargar la tensión acumulada durante el día.
Como todos sabemos, tener un animal de compañía requiere, además de cuidado y responsabilidad, muchas dosis de cariño. Practicando Doga, estaremos ayudando a fomentar ambas cosas.