La raza canina es muy expresiva y afectiva. De hecho, la gran mayoría de las perritas desarrollan un intenso instinto maternal en cuanto se quedan preñadas y preparan la llegada de sus crías como todo un acontecimiento.
Desde antes del nacimiento de los cachorros, la madre se esforzará en crear un espacio adecuado. Así, sus dueños podrán percibir que ella intenta construir un pequeño nido en armarios, en sus camas, o en cualquier otro lugar confortable.
Cuando da a luz, salvo contadas excepciones, hará reaccionar a sus bebés mediante el lamido, para que empiecen a respirar. También estimulará con la lengua el funcionamiento de los esfínteres de los pequeños. Esta tarea se mantendrá después para limpiarlos y como una forma de comunicación, y de darles seguridad.
Una perra será muy protectora y se volverá agresiva ante cualquier potencial peligro para sus ‘niños’, también reprenderá al que se aleje de la camada, entenderá el significado de cada uno de sus alaridos y reaccionará.
Lo normal es que cuide de los perritos hasta, al menos, el destete. Es posible que antes de que se dé este momento, regurgite parte de sus comidas para adaptar a los cachorros progresivamente a la ‘nueva comida’. Cuando los perros empiecen a tener dientes, la madre impedirá que sigan mamando, ya que, si lo hacen, la harán daño. Así que, de una u otra manera, la madre insistirá en castigarles y en alejarse de ellos para que se ‘independicen’.
Finalmente, la hembra perecerá indiferente, o menos vigilante. Sin embargo, pasada la fase de amamantamiento, se recomienda no quitarla todos los cachorros, ya que la perdida produce en ella, un desequilibrio hormonal y nervioso. En resumen, ellas no son tan diferentes a las mamás humanas.