Pero, si lo pensamos un minuto, estamos constantemente indicado a nuestro perro qué debe y qué no debe hacer. Ven aquí, siéntate, estate quieto, cállate…. Si aún no estás convencido, te proponemos un sencillo experimento que consiste en contar las veces que corriges a tu perro al cabo del día. Si haces la prueba o, incluso si te paras un minuto a pensar en el resultado, seguro que ya imaginas cómo será. Nos repetimos. Llamamos por su nombre sin indicar qué queremos claramente, no cerramos frases pero, en cambio, corregimos, regañamos y elevamos el tono de voz muchas, demasiadas veces que además, provocan que nos enfademos con el perro mientras el animal nos mira con cara de circunstancias pensando casi seguro eso de A ver si se decide…
Pecamos por exceso del lenguaje hablado, cuando nuestros perros, apenas necesitan vocalizar pero aun así, se entienden perfectamente con otros perros, mediante gestos y posturas faciales y corporales. Los humanos necesitamos aprender idiomas para comunicarnos con personas de otros países. Los perros pueden entenderse perfectamente con otros perros en la otra punta del planeta. ¿Son o no son listos?
Por eso, dejarles hacer a los perros, va más allá de que hagan lo que quieran. Son nuestros perros y debemos protegerlos de los peligros de la ciudad pero, también debemos dejarles actuar como lo que son, aunque bajo nuestra supervisión. Ellos juegan de forma diferente, se presentan de forma diferente entre ellos y utilizan unos códigos de comunicación que debemos aprender si queremos respetar su naturaleza. También debemos aprender a dejarles no hacer. No es necesario que tu perro esté siempre mostrando conductas (sentado, quieto, etc...) solo por el hecho de que te agrade o porque así parece más educado. Dale descansos para no hacer, para estar a su aire, para descansar, para ser perro....
A nuestros hijos les educamos para pensar para que identifiquen los peligros y actúen en consecuencia. A los perros se les puede enseñar igual. Llevándoles a conocer sus propios límites para que decidan y piensen. En ambos casos las imposiciones sirven de poco. ¿Cuántas veces nos han prohibido esto o lo otro cuando éramos niños, dándonos motivos adicionales para traspasar la frontera? Pues en el caso, de los perros, más o menos funciona igual. La confianza es el vínculo más poderoso que existe para que nuestro perro tenga capacidad de hacer (o de no hacer) y actúe de la forma que esperamos de él.
Buzz y Norte son dos de los chicos que han encontrado su segunda oportunidad a través de Defensa Animal del Norte. Con ellos hemos trabajado los paseos con calma, la discriminación de señales, la autonomía y la tolerancia al aburrimiento (importante cuando nos vamos de casa y tienen que permanecer solos por unas horas). Como ellos hay muchos más buscando un hogar. Puedes conocerlos en
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