Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron la piel de gatos y perros que habitan con fumadores y no fumadores, con el fin de conocer si el hecho de convivir con personas fumadoras está relacionado con la aparición de enfermedades.
Tras ver los efectos se pudo constatar que los gatos son más propensos que los perros, pues debido a la pulcritud de los felinos, asimilan más toxinas del ambiente en el que viven. El efecto se reducía si sus dueños fumaban en sitios abiertos como patios o terrazas, ya que el humo que se concentra en el lugar es menor.
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Aún así, tanto los perros como los gatos corren un gran riesgo debido a su pequeña estatura y su necesidad de olfatear lugares donde los componentes químicos del tabaco, quedan retenidos (el suelo, el sofá, una manta...).
Visto este interesante hallazgo científico, más de un consumidor de esta sustancia se pensará más de dos veces el querer dejar de fumar, así su salud mejorará y también la de su aliada mascota. ¡Espero que si fumas, seas tú uno de ellos!
Fuente: Nolosabia.net