El adiestramiento canino tiene mucho tiempo de antigüedad. De hecho los primeros perros (en realidad, lobos domesticados) se encuentran en la mismísima prehistoria, cuando algunos lobos comenzaron a rondar cerca de los humanos, protegiéndolos de otros depredadores a cambio de comida segura. Hay que comprender que el lobo tiene éxito en su cacería sólo una de cada diez veces, así que tener el estómago lleno regularmente de manera segura y clara era algo nuevo. En aquellos tiempos se trataba de una absoluta simbiosis: en las noches los humanos eran protegidos, y los lobos tenían comida.
Al principio el perro doméstico era un sirviente. No se trató como ahora, colmándolo de atenciones y cariño, porque era una herramienta útil. Valorada, sí; apreciada, también; cuidada, ciertamente. Pero no era un animal al que mimar. En el principio de la historia de la humanidad no había mascotas, los animales domésticos tenían una utilidad, y si no, eran eliminados. En aquel momento no se hablaba de adiestramiento canino ni de cómo educar a un perro: o era bueno o desaparecía.
Con el tiempo se comenzaron a valorar estos animales que daban sus vidas por sus propietarios. Se comenzaron a dividir en razas que cumplían mejor diferentes tareas, y surgieron los perros cazadores, perros rastreadores, perros rescatadores, perros de trineo, pastores, y poco a poco también los perros de compañía, normalmente pequeños y falderos. Y aún así el adiestramiento canino no comenzó aún, si no que no apareció hasta el siglo XX, con motivos militares.
Para entonces hacía falta que el perro tuviera una disciplina ejemplar, y se comenzaron a instaurar unas bases muy concretas para educar a los perros. No obstante surgieron rápidamente tantas vertientes distintas que resulta complicado seguirlas todas, y a menudo son incompatibles. ¿Quién no ha oído que lo mejor para adiestrar a un perro es un periódico enrollado y un buen golpe en el hocico? ¿Qué pasa entonces con redirigir conductas erróneas? ¿Y qué hay de enseñar algo nuevo en lugar de castigarlo?
Yo, como adiestrador canino, recomiendo sin duda el adiestramiento positivo. Se basa en la recompensa del buen comportamiento en lugar del castigo del malo. Golpear, gritar o amenazar a un perro no da tan buenos resultados como darle comida, ejercicio y cariño, premiando lo que hace bien e ignorando todo lo posible lo que hace mal. Firmeza, constancia y una comprensión de la naturaleza canina son lo que hace que el adiestramiento sea posible y fructífero.
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Marcos Mendoza