Este principio, como en el caso de Marlys, una chihuahua que ya tenía una edad en que no era una cachorrita adorable, era salir de la caja de transporte. Estaba cansada cuando llegó a casa de Hannah, y en la protectora le advirtieron que, pese a su tamaño, mordía con fuerza y sin aviso.
Pero no era el primer perro de acogida de Hannah, así que sabía cómo proceder. Podría haberse puesto unos guantes protectores y haberla sacado a la fuerza de la caja, o podría haberla desmontado para «robarle» su lugar de seguridad, pero era una mujer que sabía mucho de cómo tratar a los perros, y no lo hizo. En lugar de eso, Hannah pasó cuatro horas ganándose la confianza de Marlys.
Primero dejó la puerta abierta, pero la chihuahua no salía. Eso ya lo esperaba. La intentó atraer con juguetes, pero ni modo. Luego, consciente de los peligros de una mordida (y créeme, la mordida de un chihuahua no es una broma), utilizó una golosina larga para alcanzarla, y la usó para acariciar por primera vez a Marlys.
Al final de esas cuatro horas, podía tocarla con la mano desnuda, y la perrita estaba lista para aventurarse a dar sus primeros pasos en el mundo. Marlys no parecía receptiva al contacto, pero no se volvió a morder a Hannah ni una sola vez, y al final del segundo día, cuando la mujer se sentó en el suelo para quitarle el arnés a la perrita, esta se apoyó en su pierna, como pidiendo atención, y Hannah, maravillada, comenzó a acariciarla.
Como ves, el tiempo que se necesita para ganarse la confianza de un perro no es mucho, pero hace falta tener ganas y, sobre todo, una idea de lo que estás haciendo. Gritar, empujar, tirar o retar son malas ideas. Ser paciente y mostrar calma, estas son las claves.
Marcos Mendoza
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