Era un día como otro: el príncipe hizo sonar el cuerno para salir, pero aquel día, extrañamente, Gelert no apareció. Su humano no le dio importancia, era normal que a veces un perro u otro estuviera demasiado lejos, así que se marchó con el resto. Cuando regresó, no obstante, Gelert llegó para saludarlo, muy contento de verlo… y lo hizo cubierto de sangre.
Hubo un gran tumulto en palacio. ¿Qué le había pasado a Gelert? ¿De dónde venía toda esa sangre? En el acto, el príncipe pensó en su propio hijo, un bebé indefenso, y preocupado por su seguridad fue a verlo.
¡La habitación estaba medio destruída! La cuna estaba tirada, un amasijo de mantas y cortinas por doquier, y sangre por todas partes. ¿Y el niño? Del niño no había ni rastro. El príncipe se temió lo peor: que Gelert no era más que un perro de caza, y en un momento de despiste… Furioso y herido en lo más profundo, el hombre mató al perro.
Al sonido del último gañido de Gelert se oyó un jadeo y un llanto. El bebé se dejó oír, y después también se dejó ver. Estaba cubierto por unas mantas, cerca de la cuna tirada. Detrás del niño había algo más, algo grande, peludo y cubierto de sangre. Era un lobo muerto: Gelert no había atacado al bebé, sino que lo había protegido.
Marcos Mendoza
PD: Si quieres conocer más historias como esta, no dudes en pasarte por mi página.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado: