Hay todo tipo de rumores y mitos sobre los bóxer. Aunque sus orígenes encuentran una motivación guardiana (en alemania se utilizaban para proteger los castillos feudales de osos, jabalíes e incluso humanos), o tal vez precisamente por eso, en el siglo XIX se comenzaron a usar como perros de combate, haciendo pensar a la mayor parte de las personas que son perros terriblemente agresivos.
Todo esto son historias sin fundamentos. De hecho el bóxer es uno de los perros más dóciles y leales que hay. Es por norma general muy templado, tranquilo y equilibrado, con una confianza ciega hacia su propietario. Es inherente a la raza una lealtad incuestionable y una vigilancia constante del hogar y de la familia. Es muy protector y defenderá a su manada con todo lo que tenga sin importar las consecuencias, lo que le convierte en uno de los mejores guardianes.
Con la familia es inofensivo como un cachorro, dispuesto a dejarse hacer cualquier cosa. El bóxer es muy tolerante con los niños, amigable en el juego y muy cuidadoso, aunque eso sí, se muestra desconfiado y alerta con los desconocidos, cosa que hay que arreglar con buena educación. Es limpio, íntegro, benévolo incluso en su vejez, valeroso y lleno de fuerza.
Así pues, estamos ante un perro que no es nada agresivo por naturaleza, de hecho es muy tranquilo y alerta. Por supuesto, defenderá a su familia, en especial si se le adiestra como un perro guardián, pero no atacará sin provocación bajo ningún concepto. Es un animal sereno y seguro.
Aunque el bóxer es un perro que puede sufrir varios problemas de salud, como la displasia de cadera, la torsión gástrica o hipotiroidismo, y que es una de las razas con una esperanza de vida menor (rara vez pasan los diez años), sigue siendo un animal idóneo como mascota, que no merece los mitos que se le imponen.
Por Marcos Mendoza, adiestrador canino.