En ese trabajo colaboró un joven becario llamado Roger Fouts.
Cuando Washoe cumplió 6 años se empezó a hacer difícil de manejar en un hogar; así que los Gardner no tuvieron más remedio que entregarla a un centro de cría de chimpancés para suministrar a laboratorios. Roger no quiso dejarla sola y marchó con ella.
La vida que vivieron en aquél centro de Oklahoma fue un infierno que terminó cuando Roger, aprovechando el embarazo de Washoe, consiguió un traslado, para ambos, a la Universidad de Washington donde quería demostrar que los chimpancés tienen cultura y como tal pueden pasarla de padres a hijos. La idea de Roger era dejar a Washoe sola con su cachorro y mientras la vigilaba por un circuito cerrado de televisión y ver si ella le enseñaba lenguaje de signos a su pequeño y que tipo de conversaciones tendrían sin presencia humana. Pero, poco antes de partir, Washoe perdió a su bebé.
Sin embargo la Universidad de Washington interesada en el experimento consiguió un jovencito llamado Loulis y lo ofreció para que Washoe lo adoptara.
El experimento fue un éxito y detalle de él ya contaré en otra ocasión.La cuestión es que Roger Fouts es actualmente co_director del Instituto para la Comunicación entre Chimpancés y Humanos, en la Universidad de Washington describe una interacción entre la chimpancé Washoe y una voluntaria que trabajaba con ella cada día.
Esta voluntaria era la favorita de Washoe; probablemente porque estaba embarazada y Washoe gustaba de preguntar por el futuro bebé de su amiga humana.
Un día la voluntaria dejó de visitar a Washoe y cuando semanas después regresó, Washoe mostró su enfado dándole la espalda y marchándose a la esquina opuesta de la habitación.
La voluntaria la llamó repetidas veces sin conseguir que le hiciera caso.
Al final, la voluntaria le dijo
- Washoe, ¿estas enfadada?. No he podido venir antes... mi bebé murió.
Washoe se giró, la miró y le preguntó (con lenguaje de signos)
-¿Lloras?.
La voluntaria, asintió con la cabeza y Washoe le dijo:
- Por favor, persona, abraza.Se fue hacia ella y se abrazaron.
Dos mujeres de distinta especie se abrazaron y consolaron porque las dos habían pasado por lo mismo y cada una de ellas comprendía el dolor de la otra. Esto se llama empatía, y los chimpancés lo tienen, como los humanos.
Washoe y Booee
Los Gardner no podían continuar con Washoe; una chimpancé a la que habían criado como a una niña sorda y, como a tal, le habían enseñado el lenguaje de signos para sordomudos americanos (American Sign Language). La trasladaron a un instituto de primates en Oklahoma; pero no fue sola: el joven Roger Fouts, que había colaborado con los Gardner en sus investigaciones, decidió vincular el resto de su vida a aquella chimpancé y no estaba dispuesto a abandonara.Los diez años que pasaron Roger y Washoe en Oklahoma estuvieron absolutamente perdidos para la ciencia. El director del centro, miembro de la vieja escuela, seguía con sus alambradas electrificadas y sus castigos. Así, el enfrentamiento entre el director y Roger era constante; el primero parecía disfrutar mandando a laboratorios de experimentación, a todos aquellos chimpancés a los que Roger empezaba a enseñar el lenguaje de signos.
Por fin, Roger Futs junto a su esposa Deborah, consiguieron que la Universidad Central del estado de Washington les ayudara a crear su sueño: fundar el Instituto de Comunicación Chimpancé y Humano. Allí consiguieron los espectaculares descubrimiento científicos que les han hecho tan conocidos.
Un día, y mientras realizaban un reportaje para la televisión, entraron en un laboratorio donde experimentaban con animales. De pronto, uno de los chimpancés empezó a gritar y zarandear los barrotes de su jaula, para llamar la atención de Roger. Mirándolo fijamente realizaba, una y otra vez, los signos "hola, soy Booee, hola soy Booee". Booee era uno de los pequeños chimpancés a los que enseñó algunos signos cuando el trabajaba en el Instituto de Oklahoma y que el director del centro le arrebató para mandarlo a un laboratorio de experimentación. Después de catorce años, aún se acordaba de aquellos signos y de su amigo Roger, el que se los enseñó. Era la única esperanza de salir de aquel infierno. Aquella llamada de auxilio tuvo su recompensa: los miles de espectadores que fueron testigos inundaron de llamadas telefónicas y cartas a la televisión hasta conseguir la liberación de Booee y de ocho chimpancés más.
Hoy día, Booee y los demás chimpancés, está en un santuario de California. Allí les cuidan la hepatitis que les inocularon en el laboratorio.
Fuente: http://www.proyectogransimio.org/index2.php?idclase=1&idsubmenu=3