En otras ocasiones hemos hablado de la agresividad por juego y la agresividad por caricias pero en este caso vamos a analizar otra situación más compleja y que puede asustar bastante, la agresividad redirigida.
Agresividad redirigida
La agresividad redirigida es la causante del 50% de las situaciones en las que un gato se pone agresivo con una persona. Esta situación se produce cuando hay un estímulo que desencadena una conducta agresiva y nuestro gato, al no poder actuar contra ese estímulo, lo dirige hacia otra persona o animal.Puede parecer un ataque espontáneo e impredecible porque el gato durante el resto del día parece estar tranquilo y actuar con normalidad. Es importante intentar detectar cual ha sido el estímulo causante pero en ocasiones es complicado dar con él porque puede ser algo que hayan visto por la ventana o un ruido que igual nosotros no hemos detectado.
¿Cómo actuar si nuestro gato se pone agresivo?
El momento del ataque
Lo ideal es intentar anticiparnos si percibimos que nuestro gato se está poniendo muy nervioso. En ocasiones podemos detectarlo por las vocalizaciones, que no suenan como los maullidos habituales, el pelo erizado, las orejas aplanadas y hacia atrás o las pupilas muy dilatadas.Pero si es el primer ataque es posible que no lo esperemos y sea algo repentino. Cuando el gato está en esta situación podemos intentar llevarlo hacia una habitación tranquila, a poder ser poco iluminada, donde pueda tranquilizarse. Podemos llevarle comida o snacks para que salga de ese estado de nerviosismo.
Una vez que el gato se ha relajado podemos volver a dejarlo moverse por la casa pero mi recomendación es que hagamos la introducción de forma controlada sobre todo con respecto a persona o animal que ha sufrido el ataque.
Superado el momento de tensión
Un ataque de este tipo puede asustar mucho pero debemos intentar mantener la calma. El primer paso después de una situación así será llamar a nuestro veterinario y contarle lo que ha pasado con el mayor número de detalles posible.Una revisión veterinaria nos ayudará a saber si hay algún problema de salud que eleve los niveles de estrés de nuestro gato y lo haga sentirse incómodo. Si todo está bien, nuestro veterinario nos derivará a un etólogo que analice la situación y los factores que han podido desencadenar este comportamiento.
En función de lo que ellos observen nos podrán dar unas pautas que variaran dependiendo de si nuestro gato ha respondido a un estímulo concreto y no hay más problemas alrededor o si existe una situación de estrés que agrave el problema.
Mejorar la estimulación ambiental en casa así como los recursos de los que dispone el gato y contar la ayuda de nutráceos, feromonas e incluso medicación si fuese necesaria nos ayudarán a relajar los niveles de estrés.
Durante los primeros momentos, e incluso días, será importante mantener la calma en casa, intentar evitar sonidos fuertes o movimientos rápidos y controlar la relación entre el gato y la víctima de la agresión.
A su vez deberemos evitar el estímulo si es posible en un inicio e ir ayudando al gato a que se habitúe poco a poco a él si es posible.
Nuestra experiencia
En casa hemos vivido dos episodios de agresividad redirigida protagonizados por Zelda. En ambos casos los ha dirigido a Lucca que, por suerte, no ha respondido a los ataques y en su lugar se ha escondido evitándolos.El primero de ellos nos pilló desprevenidos. Una noche estaba echando la cena a Lucca y Zelda de repente empezó a emitir maullidos graves, dilató las pupilas, echó las orejas hacia atrás y se lanzó a por ella.
Esto paso en un segundo por lo que no tuve apenas tiempo para reaccionar. Por suerte Link estaba durmiendo con mi hijo mayor en su habitación con la puerta cerrada y no estaba presente. Lucca corrió a esconderse bajo la mesa y yo fui llevando a Zelda poco a poco hacia mi habitación hasta que pude cerrar.
Después de relajarme, hablé con mi veterinario que coincidió conmigo en que se trataba de un episodio de agresividad redirigida. Tranquilicé a Lucca con una latita y a Zelda le coloqué otra con Zylkene en la habitación.
Una vez que estaban tranquilas hicimos una reintroducción entre ellas y actuaron con total normalidad, como si nada hubiese pasado. Estoy convencida de que el estímulo en ese caso fue un ruido que nosotros no pudimos detectar.
Tras analizar las circunstancias coincidí con mi veterinario en que el problema venía del estrés ocasionado por la reciente mudanza y nacimiento de mi segundo hijo, así que comencé un proceso de reducción del estrés en casa mediante la mejora de las zonas seguras, el aumento de la estimulación ambiental y la ayuda de Feromonas y nutráceos para todos los miembros de 4 patas.
Este fin de semana hemos vivido otro episodio que os cuento en Instagram de forma detallada. En este caso, los niveles de estrés de Zelda estaban elevados por la presencia de maletas en casa. Ya hemos percibido otras veces que al tenerlas por casa sabe lo que se avecina y se pone nerviosa.
Ha sido un error no tomar medidas preventivas, la próxima vez comenzaremos un plan antiestrés con antelación a la aparición de las maletas en casa.
¿Vuestro gato se ha puesto agresivo alguna vez? ¿Cómo habéis vivido la situación?