Mirados desde arriba, los pasajes se abrían como un abanico, como puntos del compás, a intervalos de quince grados. Todo el laberinto estaba cerrado, de manera que la luz del sol o de las estrellas no pudiera penetrar para darles pistas de orientación a los gatos. Entonces colocó por turno a cada gato en el laberinto y les permitió que dieran vueltas hasta elegir el pasaje de salida. En un significativo número de casos, los gatos eligieron el pasaje que señalaba en dirección hacia sus casas.
Cuando esos descubrimientos fueron informados en una conferencia internacional, la mayoría de los que estábamos presentes fuimos muy escépticos. La prueba había sido llevada a cabo rigurosamente, pero los resultados daban a los gatos una sensibilidad tan sorprendente para encontrar su casa, que nos resultaba muy difícil de aceptar. Sospechamos que debía de haber algún defecto en el método de experimentación. La debilidad más obvia era la posibilidad de un mapa en la memoria. Tal vez el gato pueda tomar en cuenta y hacer correcciones de todas las vueltas y curvas realizadas por la camioneta alrededor de la ciudad, de manera que durante esa jornada pudo recalcular la dirección de su hogar.
Esa duda fue solucionada con algunas otras pruebas que se realizaron en Estados Unidos. Allí, dieron a los gatos comida con droga antes del viaje, así que hicieron el recorrido profundamente dormido. Cuando llegaron, los despertaron y recién entonces comenzaron la prueba. Asombrosamente, seguían conociendo el camino a casa. Desde entonces se han hecho otros test de navegación con una variedad de animales y ahora está fuera de toda duda que muchas especies, incluida la humana, poseen una extraordinaria sensibilidad al campo magnético de la Tierra que les permite (y nos permite) encontrar el camino a casa sin pistas visibles. La técnica experimental decisiva fue aquella en la que se les agregó poderosos magnetos a los navegantes. Eso interrumpió su habilidad para encontrar el camino a casa.
Todavía estamos estudiando cómo funciona exactamente ese mecanismo que les indica el camino a casa. Parecerla que las partículas de hierro, que están naturalmente en el tejido de los animales son la clave vital, dando a las casas individuales la formación de un circuito biológico. Pero es evidente que queda mucho por descubrir.
Por lo menos, ahora podemos aceptar las increíbles historias que nos contaron en el pasado. Con anterioridad, se las consideró anécdotas muy exageradas o casos de identidad equivocada, pero ahora es necesario tratarlas con seriedad. Casos de gatos que viajaron cientos de kilómetros para regresar de una casa nueva a la antigua, tardando varias semanas, ya no son motivo de burla.