Realmente se ha creado un grupo increíble con muchísimo empuje, ilusión y sobretodo cariño por sus perros.
Queremos que ellos mismos os cuenten su experiencia.
Hoy le toca a Carol y su perro Luke.
“Hacia 3,5 meses que había adoptado Luke.
En la noche anterior preparamos la mochila:cartilla check, cinturón check, arnés check, agua check y fruta check.
Salimos de casa a las 6:40am , yo&Luke , y mi pareja Xavi con Amy. Amy, nuestra mini-pinscher de 6 años ya había participado en dos canicross, y sabia lo que venia. Luke no tenia ni idea.
A las 6:50 quedamos con nuestras otras compis del Urban dog running, Paula&Lori y Anjana&Bruno . Luke se piensa que vamos de excursion.
Después de 1h de viaje, llegamos a Torres de Fals/Fonollosa.
El control veterinario va todo bien, y salimos a calentar un poco. Cuando vemos , ya faltan solo 5 minutos para la cursa y vamos a la salida. Esta cursa está organizada por GOSesport, y hay un cajón especial para nuestra categoría : mujeres con perros de menos de 15 kgs. Esto es super genial, porque es mucho más cómodo que salir todos juntos.
Empezaba a cuenta atrás! 1min – 30seg – 5..4..3..2..1 gogogogo!!
El recorrido era bastante chulo , sin tramos muy complicados. Sin darnos cuenta ya estábamos en la llegada! Sprint final! Amy y Xavi nos esperaban en la llegada
Después del recorrido, comimos el bocata que nos regalaban y paseamos por Torres de Fals , el sitio era bien bonito. Cuando volvemos , había un taller de como realizar estiramientos a nuestros perros después del ejercicio.
Cogimos el coche y volvimos a casa, muy contentos de haber participado del canicross, de haber compartido esta mañana de buen rollo con nuestros perros y amigos.”
CAROL & LUKE
La próxima semana Lori y Paula nos explican su experiencia en el canicross de Sta Coloma de Gramanet.
Lori dice que los profesionales preparan todo la noche anterior, pero nunca llego a tiempo y, a riesgo de olvidarnos algo, el pasado domingo día 8 de noviembre me desperté a las 6.30h y, con los ojos entreabiertos aún, metimos en la mochila arnés, línea de tiro, cinturón y cartilla. Listo. A desayunar un buen ColaCao. Lori me mira desconfiada desde su cama y, al mismo tiempo, mira hacia la ventana. De noche cerrado. ¿Adónde vas, loca, que es domingo? Hoy toca correr, enana, vámonos al monte. Hoy toca Santa Coloma.
Recogemos al lado del parque de casa a Bruno y Anjana y en 20 minutos ya llegamos al aparcamiento habilitado en la carretera de la Font de l’Alzina.
Vamos a recoger dorsales y allá ya casi están todos, unos 80 perros ladrando y aullando con sus humanos. Lori comienza a erizarse. Cuando llegamos al control veterinario, se escapa y nadie es capaz de auscultarla ni tocarla. Quien conoce a Lori sabe que tiene un problema con la manipulación humana, pero si encima nos quiere poner un estetoscopio en la tripina… Mal. 30 minutos más tarde (un kilo de pelo menos) lo consiguen y nos vamos a calentar (cabizbaja, maldice). A mil revoluciones, solo cuando ve a sus colegas se tranquiliza un poco y salimos a trotar unos minutos.
Puntuales nos colocamos en la zona de salida, estamos en el sexto y penúltimo cajón junto con Luke, Bruno y Laika. Qué bueno que salgo entre colegas, así no me pongo nerviosa pensando que me van a hacer algo y me puedo concentrar en mordisquear los tobillos de mi humana.
Probablemente la mejor salida que Lori ha tenido hasta el momento: se concentra y tira como nunca, como debe, como los demás. Aún así salimos las últimas porque la experiencia nos dice que es más seguro (para todos, dos y cuatro patas). Terrorista del canicross que se precie, probamos un poquito los tobillos de Laura, por curiosidad, así que terminamos poniéndonos delante para evitar caídas y hacer de liebre a Laika, que es su primera vez y se portó como una campeona.
El primer tramo se agradece, con suelo cómodo y acolchado por ramas y tierra, a gusto, pero pronto comienza la pendiente ascendente y vemos ya que la gente se va quedando rezagada y va caminando. Parecemos una expedición, en vez de sherpas llevamos a los chuchejos, más animados que nunca. Lori va feliz casi a dos patas. Si nadie hubiera estado mirando yo, sin embargo, me hubiera puesto a cuatro para poder agarrarme mejor al suelo y tirar monte arriba, pero no lo hice por dignidad (y porque Lori luego se mofa durante décadas). El resto del circuito transcurre por pistas de montaña bastante anchas y agradables y tramos de senderos estrechos donde es difícil adelantar (y que te adelanten) o incluso donde te tienes que hacer espacio con los brazos para no quedarte enganchada por el pelo (en ocasiones, sucede).
Llegamos al avituallamiento y parece que Lori quiere pegar un trago en las palanganas que hay pero luego recuerda que es princesa callejera y hay demasiada baba a estas alturas (ya pasaron por ahí unos 70 perros antes…)
La segunda parte de la carrera se nos hace mucho más amena y agradable. Nos hubiera gustado menos bicis y excursionistas pero la naturaleza es de todos y hay que saber compartirla, aunque te hagan a veces frenar (o nos den miedo).
Casi terminando nos espera un buen tramo de descenso bien antipático, tierra y piedras que, junto con la humedad y la escarcha de la neblina, hacen que nuestro culo toque suelo dos veces. Lori me mira con cierto desprecio (se queja de lo torpe que soy y de lo mucho que freno en las bajadas. Lori tiene alma de potro desbocado y yo ya estoy muy vieja para rascarme mucha piel).
Último kilómetro, ya escuchamos las voces de la gente y los ladridos a lo lejos. A pesar de sentirnos muy bien y querer apretar la final, el flato aparece y el hígado se siente como cuchillo clavado y frenamos. Lori decide que hasta ahí ya valió y que no le apetece correr mucho más, así que vamos ya a la par y hacemos un último esfuerzo por llegar y lo conseguimos, que es a lo que fuimos desde el principio: a disfrutar las dos juntas y a terminar la carrera.
Los finales siempre son algo extraños: está la parte física que no puede más; está Lori que se muere de miedo y confusión cuando la gente grita animando los últimos metros; y está esa parte que se te encoge por dentro cuando pasas la línea de meta y Lori se te queda mirando y tú, más orgullosa de la hazaña que nunca, la felicitas emocionada (sí, Lori también se irrita y opina que soy una sensiblera con estos temas…).
Buscamos a los compañeros y nos abrazamos como si acabáramos de terminar la final de las olimpiadas. Posiblemente estamos más cerca del comienzo de la cola que del de la cabeza pero, por suerte, Lori no llegó a esta disciplina para ser número uno: se acercó tímidamente para saber lo que es estar al lado de otros sin terror y ya hemos conseguido llegar muy lejos (ser nosotras el terror, habría que preguntar a los colegas que sufren la batalla psicológica de sus ladridos…).
Una carrera más, una batalla más ganada, un orgullo más que meter en la mochila de aventuras que nos espera esta temporada.