Ese tipo de películas con un guión pésimo y un doblaje aún peor pero que sin embargo me transportan al salón de mi casa con mi madre, unas mantas y el mantel de la mesa todavía puesto.
¿Quién no ha visto alguna vez una de esas películas un domingo lluvioso por la tarde después de comer? Además comienzan justo después de las noticias y basta que veas un par de minutos para caer atrapado en sus escenas y una vez eso sucede, ya no puedes huir del salón hasta que acabe....o hasta que te duermas. Esa es otra de las posibilidades, caer dormido en una magnífica siesta junto con todos los miembros de tu familia (hasta el perro duerme) y despertarse más tarde con el horrible volumen de los anuncios Porque todos sabemos que en cuanto llegan los anuncios buscamos como locos el mando de la televisión que ha quedado sepultado entre cojines y mantas para bajar el volumen. Porque sí, cuando la publicidad llega misteriosamente el volumen de tu televisor se ha triplicado. Y una vez acaba la publicidad corres de nuevo a buscar el mando (por supuesto con la ley del mínimo esfuerzo: "mira a ver si tienes el mando debajo de ti, pero no hace falta que te levantes") porque la película ya no se escucha.
Pero lo cierto es que esas siestas nunca son profundas, porque en el caso de que llegue algún osado (ejemplo: hermano) y tenga intenciones de cambiar de canal, te despertarás y dirás con un intento de voz serena:
- ¡¡no cambies!! que estoy viendo la película.
- ¡pero si estás dormida!
- ¡no!, sólo he cerrado los ojos durante los anuncios
Y así es, porque estas películas para mentes privilegiadas se pueden seguir aunque te pierdas más de 40 minutos.
Como echo de menos esas tardes....que aunque intentes imitar aquí sólo puedes conseguir el ambiente del clima lluvioso.