Las anémonas son una especie muy conocida por los amantes de los acuarios, pero la llamada actinaria pasa desapercibida ante los expertos por su gran parecido a las primeras. Este factor ha provocado una gran polémica sobre su nombre, ya que al investigar su relación con las anémonas y comprobar su estrecho vínculo, creyeron conveniente introducirlas dentro de la variante de anémonas y no como una especie diferente.
La actinia púrpura se reclasificaría como Anemonia alicemartinae. La distinción que hacen los técnicos entre las actinias y anémonas es sólo respecto al género al que pertenecen. En inglés generalmente se refieren a estos invertebrados como ?Sea anemones? quedando el término actinias reservado para el uso técnico. Una diferencia fundamental entre ambos géneros es la capacidad de las actinias para retraer sus tentáculos completamente. Las del género Anemomia, sólo pueden hacerlo de forma parcial.
Gran porcentaje de agua
Su cuerpo está repleto de vesículas capaces de contener grandes cantidades de líquido, lo que les permite, al quedar expuestas en la marea baja, invaginarse, es decir, cerrarse y así evitar la deshidratación. Debido a esto, su volumen depende en gran parte del agua que contienen, alcanzando algunas especies porcentajes superiores al 80% de su cuerpo. Poseen en sus tentáculos o apéndices células urticantes destinadas a adormecer a sus presas mayores, aunque generalmente atrapan pequeños organismos y sustancias nutritivas que llegan flotando hasta sus dominios.
Para los acuaristas, es familiar la ?simbiosis? entre algunas especies de anémonas con algunas variedades de pez payaso. Antiguamente, se creía que los payaso eran inmunes al veneno de las anémonas. Sin embargo, en la actualidad se cree más bien que los peces payaso, en sus edades tempranas, aprenden a impregnarse de la mucosa que destila la anémona, por eso ésta lo identifica como parte de sí misma o como un congénere.
Una complicada adaptación
Las anémonas tienden a acomodarse en lugares donde no queden expuestas a la intemperie durante la marea baja. Las actinias, por su parte, se localizan en la franja intermareal. Siempre ha sido un desafío para los acuaristas más entusiastas el poder aclimatar estos invertebrados al ambiente propio de un acuario tropical. El gran desafío es la temperatura. La observación in situ de cada variedad es fundamental para poder recrear el ambiente adecuado en el que desarrollar sus hábitos.
Las variedades azules y blancas púrpura presentan la mayor dificultad, siendo las rojas o púrpuras y las naranjas o amarillas las más fáciles de adaptar. No hay mucho misterio en esto, pues son las que más frecuentemente encontramos atrapadas en los charcos que quedan aislados en las mareas bajas. El agua puede llegar a alcanzar temperaturas de hasta 30ºC. La evaporación es altísima, concentrando la salinidad de modo extremo. La ?amonización? del ambiente es alta y la polución general del agua es también muy alta. Sin embargo, estas especies resisten dos mareas diarias (soportando bajísimas temperaturas nocturnas) durante todo el año.
Cómo incluirlas en el acuario
Una vez aclimatados nuestros nuevos huéspedes, nos brindarán generosamente sus atributos estéticos, extendiéndose e hinchando su cuerpo. Sus colores dan un aura de vida especial a la decoración y sus movimientos gráciles pueden entretenernos durante horas sorprendiéndonos con su versatilidad. Pueden aumentar su volumen más de diez veces, cambiando las tonalidades cromáticas de su piel al extenderse. Se desplazan en ocasiones de un extremo a otro dentro del acuario, suben o bajan, se exponen u ocultan en la roca, etc.
El éxito en la incorporación de estos invertebrados al acuario no está en un determinado punto del proceso, sino en que hay que mantener unos cuidados constantes: elegir al ejemplar que se va a extraer, su separación del estrato, el almacenamiento inicial, el transporte y el traslado a su nueva casa, la aclimatación a las nuevas condiciones, su ubicación dentro del acuario, alimentación, etc. Aunque realizáramos todos los pasos correctamente, el factor suerte es relevante. El hacer bien las cosas no siempre es garantía de éxito.