El embarazo de nuestra mascota suele ser una época complicada en la que necesitará cuidados específicos. Lo más importante es acudir regularmente al veterinario para que éste supervise el estado de la madre y de los cachorros. Durante las visitas puede manifestarse la necesidad de planificar un parto por cesárea para asegurarse de que no haya ninguna complicación durante el nacimiento.
El objetivo de la cesárea es extraer los fetos del útero a la mayor velocidad posible para evitar el riesgo que podría suponer un parto de forma natural. Además, tenemos que ser conscientes de que se trata de una operación relativamente sencilla que puede salvar la vida de nuestro animal de compañía.
Situaciones de alto riesgo
La cesárea es imprescindible en dos supuestos; el primero de ellos es la putrefacción fetal, es decir, cuando los embriones han muerto dentro del vientre materno y es urgente sacarlos. El otro caso es la distocia, una situación más común en la que se presenta cualquier complicación relativa al parto como por ejemplo, fetos gigantes, mal colocados, canal pélvico reducido o inercia uterina.
Hay razas más propensas a tener complicaciones durante el alumbramiento como son los ejemplares braquicéfalos, de hocico chato, o los perros de pequeño tamaño. A la hora de programar una intervención, el veterinario también tendrá en cuenta los antecedentes de distocia y los partos anteriores.
La programación y las pruebas anteriores
Para la programación es de sumo interés conocer todo el embarazo:día de la cubrición y fecha estimada del parto, número de cachorros, características del padre, etc. Asimismo, se debe realizar un test hormonal de progesterona que nos permita saber si se aproxima el momento del parto y asegurarse de que es viable realizar la cirugía.
Es esencial llevar un fuerte control durante la gestación que nos permita saber en todo momento si los fetos están sanos, su número e incluso conocer el sexo antes del parto. Para este seguimiento las pruebas más comunes son la ecografía, que detecta el movimiento y la actividad cardiovascular de una forma temprana, y la radiografía, que determina el número de cachorros al final de la gestación y alguna alteración en el canal del parto.
Los cuidados del preoperatorio
Antes de iniciar la operación debe valorarse el estado de la madre y de los cachorros, sobre todo a la hora de administrar la anestesia, puesto que en gran medida la viabilidad de los recién nacidos es proporcional al grado de depresión de la madre.
Sin ánimo de profundizar en la intervención, podríamos resumir la cesárea como la realización de un corte en el útero por el cual se extraen los cachorros que se van reanimando inmediatamente tras su extracción. Existen varias técnicas; en algunos casos se realiza un ovariohisterectomía (se retiran los ovarios y el útero) y en otras se deja intacto el aparato reproductor.
Las atenciones neonatales
Si la atención prequirúrgica y la cirugía son vitales, igual de importante es la atención neonatal. En un primer momento se debe ayudar a las crías con un ligero movimiento de balanceo para ayudarlas a evacuar todos los fluidos procedentes del parto y que empiecen a respirar. También se debe secar a los neonatos y, si fuera preciso, se pueden emplear fármacos estimulantes de la respiración. El siguiente paso es cortar el cordón umbilical y desinfectar. Por último, se inspecciona a cada cachorro buscando posibles anomalías congénitas o del desarrollo, como paladar hendido, deformaciones o ano imperforado.
Una vez realizado todo esto, deben colocarse en un ambiente cálido hasta que la perra pueda atenderlos, permitiendo la lactancia y la ingesta del calostro, que es la leche de las primeras horas que estimula sus defensas. Por último, se debe observar de cerca a la madre y su comportamiento durante las primeras horas, ya que algunas madres rechazan o incluso matan a las crías, siendo esto más frecuente en primerizas o madres con antecedentes similares. El alta se debe dar lo antes posible para evitar situaciones de estrés en la madre.