A raíz de un origen tumultuoso como perro de combate, sobre el Bull Terrier pesan todo tipo de rumores, en especial sobre un carácter agresivo y peligroso. Esta raza encuentra sus orígenes en el siglo XIX, en efecto, para la lucha de perros, pero en 1935 el gobierno inglés prohibió estas prácticas y la raza dejó de dedicarse a estas actividades, con lo que pudo demostrar su verdadero temperamento.
El Bull Terrier es un perro muy valiente, leal, activo y apegado a su dueño. No soporta muy bien la soledad, se vuelve ansioso y puede llegar a romper cosas; necesita compañía y afecto, la atención de un dueño que lo haga sentir querido.
Es cierto que también son dominantes y necesitan mucha supervisión, por lo que no son muy recomendables para familias primerizas. Si están bien sociabilizados pueden llevarse bien con los niños, pero no toleran demasiados abusos infantiles, con lo que hay que tener cuidado. Tampoco es recomendable que haya otro perro del mismo sexo: el Bull Terrier se vuelve agresivo ante un rival, está en su instinto.
El ejercicio es una necesidad primaria para estos perros, que tienen muchísima energía que quemar. También lo es una sociabilización temprana y completa, para que reaccione adecuadamente ante todos los estímulos externos, como niños, gatos u otros perros. Recuerda que es un animal preparado genéticamente para responder agresivamente ante un posible enemigo.
El adiestramiento del Bull Terrier no es tan sencillo como sucede con otras razas, se distrae con mucha facilidad, y su gran cantidad de energía lo hace difícil de manejar. No obstante, una vez lograda su educación se convierte en el perro más fiel.
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Marcos Mendoza