Los parásitos intestinales son incómodos huéspedes que se alojan en el cuerpo de nuestros animales y que subsisten gracias a ellos. Pero el problema no radica en la incomodidad; también trasmiten enfermedades tanto a animales como a los humanos. Quizá los parásitos menos conocidos son los intestinales, que se alojan en el interior de nuestra mascota y son más difíciles de detectar.
Jugar con nuestro perro en las zonas de los parques destinadas a sus necesidades suele ser una fuente de contagio. El contacto de la boca de la mascota con heces infectadas provoca que los huevos del parásito lleguen al aparato digestivo del animal. Si jugamos con el perro en otros lugares más limpios se puede evitar que ciertos gusanos lleguen a su intestino. La limpieza las zonas de arena destinadas a las necesidades del perro, en general, brilla por su ausencia y la renovación de la arena es nula, así que es conveniente evitar estos lugares para los juegos y así evitar los parásitos intestinales.
Este problema se solucionaría si todos los dueños recogieran los excrementos. Como no suele ser así, la tierra absorbe todos los parásitos y cuando la pelota la roza, contagia por la boca al animal. Ni siquiera observando las heces de nuestro perro podemos saber si tiene parásitos intestinales porque, a pesar de que los gusanos producen miles de huevos blancos, son inapreciables a simple vista.
Cómo acabar con ellos
Los parásitos intestinales pueden ser de dos tipos: lombrices (gusanos redondos) y tenias (gusanos planos). Si el perro tiene una infección leve, prácticamente no mostrará ningún síntoma de enfermedad, por lo que es imposible detectar si está afectado. Si la infestación es grave, podemos encontrar todo tipo de síntomas como vómitos, diarreas, extrema delgadez, nerviosismo o prurito anal. Controlar este tipo de parásitos es esencial porque pueden ser contagiosos para las personas y transmitir muchas enfermedades.
El único modo de acabar con ellos es prevenir. Existen tratamientos muy efectivos contra esta afección: algunos son para parásitos concretos, otros son capaces de matar todo tipo de gusanos. Los tratamientos deben administrarse regularmente entre tres y cuatro veces al año. El veterinario nos indicará cuál es el más adecuado para nuestra mascota.
El contagio de parásitos intestinales también puede producirse de madre a hijo. La progenitora puede transmitirlos a sus cachorros con anterioridad al parto o a través de la lactancia. No sólo los perros pueden infectarse con parásitos, también los gatos, aunque en éstos es menos frecuente porque pasan poco tiempo en la calle.
Los cachorros de perro muy jóvenes y los que tienen pocas defensas en general son los que más riesgo tienen de padecer parasitaciones de carácter grave. Si hay acumulación de gusanos en su aparato digestivo, salen de manera abundante tanto en los excrementos como en los vómitos, así que podrían ser fácilmente detectables. Sin embargo, hoy en día, el alto grado de higiene y salubridad hace esta situación muy poco frecuente.
Consejos útiles
Para evitar el riesgo de transmisión de los perros a los humanos hay que tener en cuenta ciertas medidas de prevención. Es importante recoger y eliminar las heces de los animales. Debemos quitarles de la calle y depositarlos en la basura. Nuestra higiene es también fundamental: debemos lavarnos las manos después de tocar a nuestra mascota y con más razón si vamos a comer.
Asimismo, hay que evitar jugar con los perros en zonas con muchos excrementos y no dejar que los niños toquen la tierra o los objetos y juguetes del animal que hayan estado en contacto con tierra o césped de los jardines donde haga sus necesidades nuestro perro. También es conveniente evitar que los animales nos chupen la cara. La desparasitación y seguir estos pequeños consejos es suficiente para evitar malas compañías en el organismo de nuestra mascota.