Eso es justo lo que pensaron sus padres cuando Annie llegó con Bruce a casa, sin avisar. Hizo todos los trámites por su cuenta y se llevó al perro, porque sin duda se merecía un hogar, pero sus padres se volvieron locos. Su madre, muy asustada, lo llamó «tiburón con pelo». ¿Cómo había podido? ¡Ellos ya tenían un perro! Un chiquito que sin duda sería víctima de esta máquina de matar.
Una semana después, toda la familia ADORABA a Bruce, y se preguntaban cómo pudieron tenerle tanto miedo en un primer momento. Los prejuicios, suponían, que afectan a todo el mundo, pero por fin lo veían como lo que era: un perro dulce y cariñoso, todo amor y lametones.
Fue gracias a él que aceptaron ser una casa de acogida para pitbulls que esperan encontrar una familia. Claro que no siempre salía bien… más bien, solía salir tremendamente mal.
Su primer fracaso también fue su primera acogida. Se llamaba Lulu, una pitbull recogida en la calle. La madre de la familia decía todo el tiempo que no se la iban a quedar, así que nada de encariñarse, pero en apenas dos días sus hijos, e incluso su esposo, estaban totalmente perdidos: se habían enamorado de la dulce y divertida Lulu. ¡Pam! De acogida a adoptantes en menos de una semana.
Su siguiente fracaso fue un tiempo después, tras haber acogido con éxito a cinco o seis pitbulls. Se llamaba Lawley, y venía de una crianza de perros de pelea. No confiaba en nadie, así que, cuando comenzó a confiar en ellos, a sentirse cómodo en la casa y con la familia, nadie tuvo valor para entregarlo a otras personas.
El último fracaso fue Koby, un perro alegre y divertido, todo energía y disfrutando de hacer el payaso. Lo hubieran mantenido en acogida de no ser por el profundo vínculo que se formó entre él y Bruce. ¿Cómo iban a separarlos entonces?
Aparte de estos cuatro preciosos pitbulls, los perros van y vienen de esta casa, donde tienen mucho espacio, un gran jardín, y hasta una piscina para hacer el tonto y pasarlo en grande. Gracias a esta familia, estos perros tienen un lugar donde sentirse a salvo mientras encuentran a sus familias definitivas… y a veces es aquí donde se quedan.
Marcos Mendoza
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