Según apunta la normativa española, dos de los fines primordiales de las instituciones penitenciarias son la reeducación y la reinserción social de los internos. La puesta en marcha de terapias asistidas por animales de compañía en centros carcelarios supone una buena herramienta para lograr estos objetivos.
Detrás de las rejas, el mundo exterior deja de existir. Las interacciones de los presos con la sociedad quedan relegadas a contactos ciertamente escasos y muy controlados. Pero la privación de libertad, al margen de su condición de castigo, descubre su lado más amable gracias a la fuerte convicción de que el aislamiento se dirige en esencia a rehabilitar a los reclusos.
Desde la Fundación Affinity se lleva trabajando más de una década en la implantación de programas de terapia y educación asistida por animales de compañía (TEACC) en centros penitenciarios, ayudando a los penados a superar problemas de autoestima y contribuyendo a la creación de un ambiente más relejado dentro de las cárceles.
En nuestra memoria todavía sigue impreso el famoso lema anti-abandono "No lo abandones. Él nunca lo haría", un slogan que en 1988 recorrió España y que le sirvió a la Fundación para dejar clara su misión: promover el papel de los animales de compañía en la sociedad. Este objetivo se desarrolla en dos frentes: por un lado está el bienestar animal, del que esta campaña es ejemplo, y por otro, el bienestar humano, puesto que las mascotas son una extraordinaria fuente de salud.
Un Bóxer llamado París
María Azkargorta, Directora-Gerente de la Fundación Affinity desde mayo de 2005, fija el punto de partida de las experiencias en centros penitenciarios en la celebración del primer congreso organizado por la entidad bajo el título "Animales de compañía y salud mental". Especialistas extranjeros que habían participado en programas bien dirigidos fuera de nuestras fronteras pusieron de relieve los cuantiosos beneficios de la TEACC.Una de las ponentes fue Mary Whyham, Jefa Superior de Libertad Vigilada en Lancashire, Reino Unido. Esta amante de los animales, visitaba prisiones inglesas durante la década de los 80 llevando a su Bóxer París a conocer y jugar con los internos. María Dolors Torner, que en aquellos momentos dirigía la fundación, tomó buena nota de los resultados que Whyham expuso al auditorio, iniciando los trámites para inaugurar intervenciones similares en las instituciones penitenciarias españolas.
"En 1992, Torner se puso en contacto con el Departament de Justicia de la Generalitat de Catalunya, comentándoles las características de la terapia y consiguiendo una buena aceptación", confiesa Azkargorta, que también señaló que este primer punto se vio favorecido porque esta comunidad autónoma es la única que ha ejercido su derecho de ejecución de legislación penitenciaria dentro de su territorio, teniendo transferidas todas sus competencias en esta materia y aligerando enormemente los trámites para la puesta en marcha de los programas.
Experiencias con éxito
Con gran entusiasmo, en 1993 arrancó la primera práctica real en el centro de Quatre Camins en Barcelona, a donde la fundación llevó dos perros de la raza Bóxer, siguiendo la línea iniciada por Whyham y su mascota París. Los canes se pusieron a cargo de un pequeño grupo de 34 internos de la Unidad de Atención Especial, en un departamento especializado en la rehabilitación de toxicómanos, "trabajando, sobre todo, el tema de la autoestima, muy presente debido a las recaídas que produce la adicción a las drogas".
La decisión de que esta pareja canina estuviera formada por un macho y una hembra con vistas a la reproducción resultó muy acertada. Ser testigo de una gestación y vivir el nacimiento de las camadas, arroja a la rutina de la prisión una esperanza nueva que repercute en el ambiente general. En un principio, la entidad pensó en vender los cachorros, pero enseguida se cambió de idea ofreciendo los cachorros al personal y a los internos: "lo que intentamos es que los internos se queden con algún cachorro y estén deseando salir para abrazarlo".
Con este primer programa se demostró que los animales son un recurso ideal para personas con perfiles difíciles: "hay que seleccionar bien a los internos, ya que deben ser personas que puedan interactuar con los perros", señala la Directora-Gerente de la Fundación Affinity. En este sentido, los pacientes psiquiátricos son los más indicados, pero el perfil general al que atienden la mayoría de los presos guarda relación con sujetos que provienen de familias pobres y que poseen un nivel educativo bajo o nulo.
Varios pedagogos visitaron Quatre Camins durante dos años consecutivos para dar cursos de cuidados y adiestramiento. Se visitó el zoo, una tienda de animales, el hospital veterinario y se grabó material audiovisual para su empleo posterior. Las charlas impartidas por los profesores de la Universidad Autónoma de Barcelona se dieron con el fin de que los reclusos ampliaran sus conocimientos e incluso, concibieran el adiestramiento canino como una salida profesional.
Una trayectoria satisfactoria
Tras esta primera aproximación, tuvo lugar la implementación en 1994 de otros dos bóxers en el departamento psiquiátrico de Brians, también en Barcelona. El mismo parámetro se siguió un año después en la prisión de Ponent, en Lleida. En 2001 la TEACC repitió éxito en el hospital de mujeres de Brians gracias a una pareja de perros Westy, en la prisión de Figueres con otro par de bóxers y en el departamento de psiquiatría de Quatre Camins con labradores.
La intervención terapéutica más reciente ha sido implantada en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar, situado en Ourense, donde el veterinario colaborador de la Autónoma que ya había participado en otros programas manifestó que los perros están mejor aquí que en muchas casas particulares. Se trata de dos perros de la raza Labrador que "disponen de un jardín enorme, mientras cuatro presos se hacen cargo de ellos, dos por la mañana y dos por la tarde, uno del macho y otro de la hembra". Asimismo, los otros internos también pueden beneficiarse de la compañía de estos canes.
En Pereiro, los presos respondían a un perfil muy concreto: "son internos inestables que provienen de familias desestructuradas, con dificultades para controlar su conducta, déficit culturales y educativos, auto-imagen negativa e insuficientes hábitos de aseo y limpieza". Este último punto posee una extraordinaria repercusión en los propios reclusos según Azkargorta "porque el hecho de cuidar de los animales les obliga a tener unos horarios, limpiar las casetas, poner la comida y el agua, cepillar a los perros, etc."
Tres de los cuatro presos a los que ha sido encomendado el cuidado de este par de adorables cachorros, ya habían tenido relación con perros, concretamente con la raza Pit Bull. "Al comienzo", admite María, "enviamos a un adiestrador para que les diera una nociones básicas de manejo porque se deben unificar criterios y darles unas órdenes claras de cómo manejar a los animales". Lo que se busca es que los presos desarrollen su emotividad enseñando a los cachorros unas normas de conducta alejadas de los ladridos y del acto de enseñar los dientes. "Más adelante, cuando los perros tengan ocho meses, se forma a los internos en el adiestramiento".
No sólo perros
Las razas caninas con la que se trabaja deben cumplir varios requisitos: tranquilas, sociables, atléticas, fáciles de adiestrar, etc. Sin embargo, el perro no es el único animal que ha tomado parte en la terapia. En Cartagena, la fundación puso a disposición del centro siete parejas de canarios a los que se recibió con todos los honores: "los internos que trabajaban en mantenimiento construyeron la jaula y los del taller de cerámica construyeron las perchas, lo comederos y bebederos. Otro preso pintó las paredes con plantas y cascadas", apunta Azkargorta, haciendo hincapié en la asombrosa aceptación de unas aves que con sus cantos son capaces de relajar la tensión del día a día. Igualmente, algunos de los internos que ya cumplieron su condena en Cartagena, siguen disfrutando de los beneficios de los canarios a través de alguna de las crías nacidas de estos ejemplares terapéuticos.Gracias a la colaboración con la Asociación Ciudadana Antisida de Álava, se comenzó en 1995 un programa en el que participó un precioso gato persa que acompañó a internos de tercer grado y a enfermos terminales de Nanclares en un piso de acogida en Vitoria. Estas viviendas actúan de puente entre la prisión y la libertad y se decidió que, debido al contexto, fuera un gato el que protagonizara la terapia. La intervención terminó porque el minino falleció de una insuficiencia renal este año: "en 8 años, han pasado por este piso unos 1.000 presos que han conseguido reinsertarse realizando actividades ocupacionales, formativas y laborales".
Puesta en marcha
En cuanto quedó constancia de la mejora en la calidad de vida de este colectivo a través de la interacción con animales de compañía, fueron los propios centros penitenciarios los que recurrieron a la fundación para desarrollarlos. "Nosotros les explicamos el proceso, les comentamos los programas realizados, sus beneficios, y les enviamos bibliografía y manuales", explica Azkargorta, añadiendo que "tras la redacción, presentación y aprobación del proyecto, Affinity pone en funcionamiento todos sus recursos".
El centro y la fundación unifican criterios para la selección del animal, el número de ejemplares, la raza, el tipo de caseta, su emplazamiento, etc., dejándose aconsejar por un equipo de expertos colaboradores, entre ellos, los veterinarios del departamento de etología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Affinity corre con todos los gastos: desde la adquisición de los animales, casetas, comederos, juguetes y correas hasta la alimentación y las visitas al veterinario para toda la vida.
A cambio de todo este esfuerzo, lo único que alienta la fundación es el seguimiento continuado por parte del personal. Deben asegurarse de que los animales no van a dejarse solos en sus jaulas sin ofrecerles compañía y cuidados, por eso es esencial que el programa se detalle al máximo, cubriendo las vacaciones, las existencias de comida y agua, etc. Parte del compromiso adquirido con estos acuerdos se refiere al análisis de los resultados del grupo experimental por un equipo de control. El fin último es compartir estas investigaciones en futuros congresos porque es fundamental divulgar los beneficios obtenidos para garantizar la permanencia de las terapias.
Grandes beneficios
La mejora del estado de ánimo, de la autoestima, del comportamiento, del sentido de la responsabilidad y del clima del departamento, disminuyendo los conflictos, son sólo algunas de las consecuencias positivas de la TEACC en centros penitenciarios. "Hay más alegría y una mayor comunicación entre internos y personal", afirma la responsable de la fundación, señalando también que "la presencia de los animales despierta sentimientos como la simpatía, la tolerancia, la compasión y la paciencia". Y es que, a diferencia de las residencias geriátricas, donde se trabajan aspectos motores, en las instituciones carcelarias se pone énfasis en los roles afectivos.Tal y como nos revela María Azkargorta, "cargos importantes dentro de la Dirección General de Asuntos Penitenciarios de Madrid conocen nuestra labor y nos ayudan a impulsar las terapias con animales dentro de las cárceles", añadiendo que durante la puesta en común realizada en los congresos, los miembros del programa "dicen que llevan mejor estar encerrados sabiendo que tienen a un animal esperándote fuera". La oscuridad de la prisión se ve alterada por unos simpáticos inquilinos que infunden una alegría adicional e inesperada que empuja a sus cuidadores a rehabilitarse mucho antes.