Esta es la historia de Corky, un pequeño mestizo que escapó de su casa en Texas en 2009. No sabemos muy bien por qué; quizá olió algo que le parecía interesante, o necesitaba estirar las patas. Lo cierto es que salió disparado, y durante siete años no se supo qué había sido de él. La familia Montez creyó que lo habían perdido para siempre.
Y entonces regresó.
Por lo visto, control de animales recibió una llamada: había no uno, sino dos perritos vagando por un lado de la carretera. Los agentes fueron y lograron atraerlos para escanearlos en busca de chips. Uno dio resultado: el de Corky.
Pero incluso en la perrera, Corky se negaba a alejarse de su compañero, un perro más joven y con un solo ojo. Se notaba que lo cuidaba como si fuera su hermanito: este segundo perro, al que llamaron Capitán, comía primero mientras Corky montaba guardia, asegurándose de protegerlo de cualquier mal. Por las condiciones en que estaba Capitán, era evidente que no habría sobrevivido a la vida en la calle de no ser por su pequeño amigo.
Evidentemente, la familia Montez acudió al encuentro de su querido Corky, y no dudaron un instante en adoptar también a su hermanito: se negaron a separarlos, y en lugar de eso les dieron a ambos un buen hogar.
¡Esperamos que Corky no volviera a escaparse!
Marcos Mendoza
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