Si tienes un perro que se pone nervioso ante otros perros en la calle o en el parque, es preciso que además de supervisar al animal, revises tu propio lenguaje corporal ante cada situación.
No es raro que al prever una situación potencialmente desagradable, "anticipemos" nuestra respuesta corporal recortando la correa a nuestro perro y añadiendo tensión a algo de que por sí, no le gusta. En muchos de esos casos, nuestro perro, se "preparará para lo peor" haciendo gala de tirones de correa y casi seguro, algún que otro gruñido.
Si por el contrario, una vez localizado el potencial detonador de tu perro, mantienes los brazos (y la correa) relajados, amplias la distancia que os separa de él, y sigues caminando sin prestarle demasiada atención (sin mirar fijamente al otro perro pero supervisando las reacciones del tuyo propio), casi seguro que tu perro reaccionará de una manera mucho más adecuada, te mirará como esperando respuesta y, si encuentra tu mirada a modo de apoyo, aprenderá que puede contar contigo en las situaciones difíciles.
Seguramente, al dejar atrás al otro perro, tu propio perro se sacuda para liberar la tensión del momento lo que significa que ha sabido gestionar la crisis y se está relajando.
Nuestro lenguaje corporal, aunque sutil, puede ayudar a nuestro perro a cambiar la perspectiva de lo que tiene enfrente si encuentra en nosotros un apoyo y referente.
Brazos y correa relajada no quiere decir faltos de seguridad. La correa ha de estar firmemente sujeta pero no por ello ha de trasladarse tensión al resto del cuerpo. Eso requiere de cierto entrenamiento por parte del guía y es recomendable practicar con nuestro perro en entornos seguros para ganar confianza y poder ayudarlo en caso necesario.
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