Llegados a ese punto, en vez de gritar al perro, lo mejor es sacarlo de la situación (por su seguridad y la seguridad de los otros) y realizar un trabajo de reducción de estrés para recuperar cierta estabilidad emocional. Los juegos de pensar (deductivos) y de olfateo vienen genial pues los centra en una tarea concreta, que exige de su atención en un objetivo certero y alcanzable. En ciertas ocasiones y, en función del tipo de reacción que haya mostrado, es bueno que pueda retomar, en un plazo breve de tiempo, la relación que se acaba de viciar con el otro perro o persona, de forma tranquila y serena a través de un paseo relajante o una actividad grupal de baja intensidad de forma que vuelva el “buen rollo”.
Recuperado nuestro perro, es el momento de hacer examen de conciencia y revisar las razones que han llevado al animal a llegar a ese punto (ladrar de forma nerviosa, gruñir a un perro o persona extraña o, incluso redirigir tensión abalanzándose hacia delante de forma ciega, con la intención de ganar espacio propio cuando lo veía perdido) incidiendo en la parte que nos corresponde como guías y responsables de nuestro perro.
Solemos pasar inadvertidos los aciertos de nuestro perro (las buenas conductas y la falta de conductas o estados de calma) en la mayoría de las ocasiones, poniendo el foco, única o casi exclusivamente, en los fallos y equivocaciones, felicitando poco y corrigiendo por exceso. Exigimos de más y reforzamos de menos. Y con refuerzo no solo nos referimos a comida puesto que, la motivación social de un perro por compartir tiempo con el guía, aprender y hacer, es en ocasiones, mucho más poderosa que un simple trozo de salchicha.
Imagen: http://goo.gl/n9ZoRC
Quizá si lo pensamos detenidamente, le hemos fallado a nuestro perro: Hemos dedicado menos tiempo de calidad a la relación, hemos reducido tiempo de ocio a cambio de un exceso de obligaciones (o simplemente hemos reducido tiempo con el animal sin darle una alternativa a cambio más allá de aburrirse a solas); Hemos podido llevar al perro, a una situación límite, exigiendo más de lo que era capaz, sobreentrenando y/o sobreestimulando, confundiendo y mezclando tipos de entrenamiento (que nosotros podemos llegar a distinguir pero igual a nuestro perro, le puede costar más adaptarse).
En muchos casos, estiramos y estiramos hasta que, además del cuerpo, el cerebro del animal está agotado y reacciona de forma instintiva en modo alerta. Pura supervivencia
Por eso, si tu perro, al que conoces de sobra, reacciona de forma excesiva, haz examen de conciencia, busca posibles causas y pon soluciones para recuperar la confianza y la relación con tu amigo de cuatro patas. Disfruta de la relación y haz que cada actividad que compartes con tu perro, cuente para ambos.