Estas glándulas se localizan a ambos lados del orificio anal. No son visibles pero pueden ser palpables. Cada una presenta en su interior un pequeño saco que conecta, a través de un conducto, con la apertura del ano. En ellos se almacenan las secreciones de la glándula y van drenándose regularmente por la presión que ejerce el paso de las heces. También pueden ser vaciados por contracciones fuertes del esfínter anal, algo que puede ocurrir cuando el perro esta nervioso o asustado.
Las funciones principales de las glándulas perianales son las de comunicación y marcaje. El olor que producen identifican al individuo. Es por ello que los perros acostumbran a olfatearse el ano cuando se encuentran con otros de su especie. La información que intercambian es muy amplia: sexo, edad, estado de salud y si están o no castrados. Otras funciones pueden ser las de defensa o como lubricante de las heces.
Existen ocasiones en las cuales los sacos no se vacían de manera adecuada. Los motivos son múltiples como obesidad, heces blandas, conductos de drenaje muy estrechos o secreciones muy espesas. En estos casos, el fluido de la glándula queda retenido en el interior de los sacos, que pueden llegar a inflamarse, infectarse e incluso formar un absceso.
Los perros con problemas de glándulas anales suelen arrastrar el trasero por el suelo para aliviar la presión e irritación que produce la inflamación. Además, se puede observar lamido de la zona, dificultad para defecar, inflamación y/o dolor alrededor del ano.
El tratamiento cuando se produce retención por un mal drenaje, consiste en la aplicación de presión sobre las glándulas anales hasta que las secreciones sean expulsadas de los sacos. Esta práctica, si no está habituado, es conveniente que la realice un profesional. Él puede explicarle cual es el procedimiento a seguir en estos casos.
En fases más avanzadas, la visita del veterinario es necesaria ya que se requeriría de tratamiento médico y en los casos más graves, tratamiento quirúrgico.