Por lo general cuando nos percatamos de conductos que están fuera de lo normal en nuestros perros se trata normalmente de algún malestar físico. Sin embargo, puede suceder que esos comportamientos inusuales y de aislamiento tengan su explicación en el estado emocional del animal, como puede ser una depresión. Aunque la psicología canina es un área todavía muy desconocida por el hombre, casos de aparente malestar pero sin que se manifieste ninguna enfermedad, son cada vez más frecuentes.
Para los dueños suelen pasar desapercibidos, pero lo cierto es que siempre hay algunos días en lo que nuestra mascota se muestra menos social que de costumbre. No es lo común, pero en ocasiones esas situaciones pueden desembocar en episodios de violencia o agresividad. Por ello se antoja necesario conocer más a fondo cuáles pueden ser los desencadenantes y los remedios para mejorar la calidad de vida del animal, y la de los amos.
Estado depresivo
La depresión canina es el problema psicológico más frecuente entre los perros de compañía. Cuando un perro se encuentra deprimido suele bajar su actividad física (salir a la calle, jugar, relacionarse con otros perros) y afectiva (es más reacio al contacto con los dueños). Es precisamente el hecho de que disminuya el trato con las personas lo que dificulta aún más el conocimiento de estas patologías.
Lo más lógico es, asemejándolo a lo que puede ocurrir con las personas, que se deba a un cambio en el entorno habitual o a un descenso de la atención por parte de sus dueños. En este caso, y dado que las causas escapan a las capacidades del animal, se conoce como depresión exógena. Menos habitual, pero que también puede suceder es que se deba a componentes exclusivos del carácter del perro (depresión endógena).
Posibles desencadenantes
Cada caso es completamente distinto a los demás, ya que la mentalidad de cada perro juega un papel fundamental y los factores desencadenantes varían de unos a otros. Cambios repentinos de su estilo de vida diario, la inclusión de otro miembro (persona o animal) al núcleo familiar o la exclusión, sustitución de elementos claves en su día a día o que sienta que ha disminuido su importancia como uno más de la familia pueden ser algunas de las explicaciones.
Es posible que también suceda por que pase mucho tempo sin distraerse o este mucho tiempo solo en casa. En general, lo que suele percibir es que se le presta menos atención y por eso puede acabar desarrollando mecanismos autodefensivos o de aislamiento.
En épocas de muchos cambios en el hogar como pueden ser la Navidad o las vacaciones de verano, es más frecuente que se registren casos de depresión en los perros. Esos días responden al patrón de excesivos cambios extraordinarios en su día a día, sobre todo con los petardos, cohetes y ruidos de fiestas habituales durante las navidades.
Detectarla y remediarla
Simplemente observado su conducta, un dueño es capaz de darse cuenta de que su perro está comportándose de forma distinta que de costumbre y que se ha vuelto más arisco. Las formas de detectarlo pueden ser fijándose en su apetito, en la predisposición a jugar, la excitación que demuestre al salir a la calle o cuando lleguemos a casa.
En ocasiones también juega un papel muy importante las experiencias del pasado por las que haya pasado nuestro perro: accidentes, maltratos, peleas, enfermedades, o vivir en una perrera.
Lo más sencillo y a la vez lo más recomendable es estimular otra vez la actividad física del perro para que se sienta involucrado con la familia. En último caso, si persiste el estado de desencanto general, siempre se puede contactar con un especialista que nos pueda echar una mano.
¿Que les ha parecido? ¿Alguna vez su perro a sufrido de depresión?