Kristen Kelly conoció a Casey una lluviosa noche de diciembre del año 2007. El delgado y traumatizado perro vagaba por una ladera de la zona rural del Condado de Jackson (Oklahoma) sin dejar que nadie se acercara a él. Kelly, al día siguiente, armada con alimentos, decidió ir a buscar al perro y capturarlo. Cuando lo encontró tenía un moratón en forma de bota en su abdomen y síntomas de dolor, seguramente de una paliza. Kelly lo llevó a su casa, lo limpió y le dejó tiempo para que se recuperase.
Cuando Oleta, la abuela de Kristen, se enteró del rescate, le preguntó si podía quedarse con el perro en su casa. Al principio pensó que la anciana no podría hacerse cargo del enérgico perro, pero finalmente aceptó.
El perro se instaló en casa de Oleta, adaptándose muy bien como si siempre hubiera vivido allí. Fue el protector de la casa y se pasaba los días persiguiendo al cartero y a los voluntarios que repartían comida por la zona.
El problema llego en marzo, cuando Oleta tuvo que ser trasladada a un centro de enfermería después de sufrir un derrame cerebral. Casey fue a vivir a la granja de Kelly y con frecuencia se desplazaban a la ciudad a visitar a Oleta.
La familia Kelly decidió hacer un viaje de seis días en agosto, dejando a Casey y a sus otros animales domésticos al cuidado de un amigo. Habían pasado tres días cuando el amigo los llamó para contarles que Casey se había escapado.
Volvieron a realizar una búsqueda, pero desgraciadamente el perro no aparecía por ningún lado. Finalmente decidieron comunicarle a Oleta que el perro había desaparecido. A Oleta se le rompió el corazón.
La noche del 19 de septiembre un asistente del hogar de ancianos vio a un pequeño perro sucio y delgado tratando de entrar en el edificio. El perro se le hacía muy familiar, pero debido a su aspecto no lo conoció.
Cuando el marido de Kelly hizo una visita el día siguiente, el ayudante le comentó lo del visitante de cuatro patas. No estaba seguro de que fuera Casey ya que habían pasado unos 50 días desde su desaparición y desde la granja de Kelley al hogar de ancianos donde estaba Olete había unos 11 kilómetros.
Sin que nadie se lo explique, el pequeño perro terminó exactamente donde quería, en los brazos de Oleta disfrutando los dos de su emotivo reencuentro.
Casey está de nuevo en la granja y sigue ganando peso después de su gran aventura. Oleta cumplirá 91 años en noviembre y dice que espera celebrar muchos más cumpleaños junto a su mejor amiga.
Fuente: http://www.schnauzi.com/un-perro-recorre-50-kilometros-para-visitar-a-su-duena-en-el-hospital/