¡No! No lo hagas, no adoptes un gato. En serio, es muy mala idea. Con su carita de bueno mientras duerme, con su ronroneo, con sus almohadillitas aterciopeladas, puede confundirte y hacerte perder la cordura. Tener un gato es algo muy, muy peligroso. Por eso hoy, en honor al Día Internacional del Gato, voy a daros una serie de razones muy lógicas para no tener a un minino morando vuestra casa.
1- Puede desbaratar todos tus argumentos.
Tú, que siempre has sido un firme defensor de que los gatos van a su bola, que son muy malos y que son unos egoístas, no puedes permitirte que un gato te cambie los argumentos que siempre has abanderado delante de tus conocidos. ¿Qué van a pensar de ti cuando les cuentes que son animales cariñosos, listos y empáticos? ¿Te imaginas el bochorno?
2- Puede hacerte perder la dignidad.
Anda, que si te ven tus jefes hablándole al gatito como si fuera un bebé... Lo mismo te despiden o algo. Yo no lo probaría, porque cuando el peludito te mire con esa carita de mono y esos ojazos brillantes buscando tus caricias no vas a poder evitar ponerte ñoño. ¡Y tú eres un adulto hecho y derecho!
3- Corres el peligro de no levantarte de la cama nunca.
Imagínate que estás tranquilamente dormido. De repente notas un bulto caer sobre ti y te despiertas. El gato empieza a revolcarse junto a ti y a ronronear hasta que encuentra su hueco y se duerme arrullado por el sonido de tu corazón y tu calorcito. ¡Y tú tienes que levantarte! ¿Qué vas a hacer? ¿Quitarlo? Todos sabemos que no vas a hacer eso porque dormidito está precioso y su compañía te hace feliz. No deberías exponerte a este peligro ahora que estás a tiempo.
4- Peligro de overbooking.
Cuando convivas con un gato y te des cuenta de que es maravilloso, vas a querer más y más. ¡Los ronroneos son adictivos! De repente no podrás ver a un gatito callejero sin desear darle amor y llevártelo a casa. ¿Has visto el personaje de la loca de los gatos de Los Simpsons? No queremos eso. A ver si se va a llenar tu casa de bichos amorosos y peluditos. Mejor lo evitamos y ya está.
5- Puede que pierdas tu independencia.
Vale, sí, los gatos son independientes, pero no te vas a librar de que te persiga por toda la casa, de que intente jugar contigo a todas horas (salvo las 16 horas de media que está dormido), de que se te suba encima cuando estás tranquilamente viendo una película en el sofá, que te mire fijamente mientras haces cosas... Todo eso es muy tedioso. Además, una vez te acostumbres a compartir tu vida con otro ser, ya no querrás estar solo. A ver quién es el guapo que quiere comer mirando a la pared después de haber pasado largas comidas riéndose de las bobadas inoportunas de su mascota.
6- Vas a disminuir tu gasto en caprichos.
Tuyos, me refiero, porque a tu minino lo vas a tener como un rey. En lugar de salir de compras para vestir a la última, te vas a patear todos los Kiwoko de España para que al peludito no le falte de nada. Vamos, que te va a hacer más ilusión ver su felicidad jugando con una nueva pelotita que cogerte un jersey nuevo (porque el resto ya los tienes llenos de pelos). Yo, personalmente, no lo haría.
7- En definitiva: puedes enamorarte.
¿Quién quiere encariñarse con una mascota? ¡Si es todo sufrimiento! Vas a pasarte los días recolocando la manta del sofá porque la llena de pelos cuando se acurruca a tu lado por las noches, vas a tener que renunciar a esa gamba de la paella porque te pone ojitos desde debajo de la mesa, vas a tener que escuchar sus ronquidos cuando se quede dormidito haciéndote compañía mientras trabajas hasta las tantas, vas a tener la memoria del móvil llenísima con sus fotos, vas a sufrir cada vez que falte... Y claro, todo lo bueno que te dan no compensa. La compañía incondicional, las bienvenidas cuando llegas a casa, las payasadas que te arrancan una carcajada, las innumerables anécdotas de sus aventuras, los mimos cuando nota que estás triste... Que no, que no compensa.
Como habréis podido observar, esta ha sido una entrada atípica y completamente irónica. Para celebrar el Día Internacional del Gato, he querido rendir un pequeño homenaje a todo lo bueno que me da mi peludito, Girasol.
Girasol lleva en mi vida más de 12 años, desde que mi madre lo trajo a casa cuando su mamá lo abandonó en un descampado. Apenas ocupaba más que mi mano, pero inmediatamente se ganó mi corazón. Ahora es un gordo vagocho que se pasa los días durmiendo junto a mi cama. No le gusta estar solo, por lo que siempre busca nuestra compañía allá donde estemos. Además, es muy sociable. Saluda a todo aquel que entra por la puerta, incluido el repartidor.
Sé que ya va estando mayorcete y sé que me tengo que hacer a la idea de que algún día no estará aquí, pero me cuesta mucho. No me imagino ya mi vida sin él. Es increíble lo mucho que puede marcarte una mascota, muchísimo más que algunas personas. Para mí, él forma parte de mi familia y no podría ser de otra manera.
Gracias, pequeñín, por ser como eres y por hacer mi vida un poquito más dulce.